Los Domingos siempre molan. Son la
bomba. Nada de clases, ni curro. Todo es paz, descanso, relax. ¿Cómo no? ¡Si
celebramos la resurrección del Señor!
Precisamente por la importancia de lo
que celebramos y porque tenemos más tiempo que entre semana, no podemos dejar
pasar este día tan especial de la semana sin dedicar un ratito a hacer oración.
Vamos a ello, móvil en modo avión para que nada nos despiste e invocación al
Espíritu Santo para que nos acompañe en este momento en el que queremos
escuchar la voz de Dios.
El evangelio que hoy se proclama en
la eucaristía es muy divertido. Van Santiago y Juan y le dicen a Jesús que
quieren los puestos de honor una vez que lleguen al cielo, uno a cada lado de
Él. Y se quedan más anchos que largos… Jesús se tuvo que reír para sus adentros
pensado que seguían sin enterarse de nada. Y lo que hace es aprovechar la
ocasión para darles una enseñanza. Podría haberles echado una bronca, pero
aprovecha la ocasión para dar una preciosa lección. Preguntilla de despiste y
ya domina la conversación. La lleva a donde Él quiere para poder enseñarles lo
que de verdad necesitan saber, que no es quién ocupará esos puestos -no se lo
dice- sino cómo se puede llegar a ser el primero en el reino de los cielos. “El
que quiera ser grande sea vuestro servidor”. Servidor es justamente el que
sirve para algo, el que es útil en alguna tarea. Y esa tarea es la del amor.
Jesús les dice que el primero será el que más útil sea amando a los demás,
preocupándose por el resto más que por uno mismo y que puesto alcanzará.
Jesús nos promete que así llegaremos
al primer puesto en el reino, que no tiene que ver con el lugar de nuestra
silla sino con la cantidad de felicidad que poseamos. El que quiera ser feliz,
que sirva a los demás, que mire antes al prójimo que así mismo. Así estaremos
muuuuuuy cerca de Jesús, antes incluso de llegar al cielo. Y una vez que
lleguemos… ya veremos qué sorpresa nos espera.
Pidámosle hoy al Señor que nos conceda
esa gracia de estar dispuestos a ser grandes desde el servicio, de subir
bajando, de hacernos pequeños para poder ocupar el lugar que nos corresponde,
el de hijos amados, que siempre será un puesto especial.