4 mayo 2016. Miércoles de la sexta semana de Pascua – Puntos de oración

Estamos rezando estos días con una atención especial a la venida del Espíritu Santo. Jesús, nos dejó anunciado poco antes de partir al cielo, que nos enviaría este Espíritu de la verdad, como lo nombra hoy la lectura del Evangelio. Por eso, recomiendo empezar con un canto al Espíritu Santo, quizá ese que dice: “El Espíritu de Dios hoy está sobre mí/, Él es quien me ha ungido para proclamar/ la buena nueva  a los más pobres/, la gracia de la salvación.”(Bis)
Dejar palpitar nuestro corazón con esta venida. Queremos empezar a entender todo lo que Jesucristo nos dijo, y lo que no nos dijo porque no estábamos todavía preparados. Tenemos que alentar nuestro anhelo, abrir nuestros oídos, preparar nuestras manos y nuestros pies para ir a trabajar a donde nos impulse este Espíritu Santo.
Como hizo con Pablo de Tarso. Pablo iba o venía, volvía o se marchaba de los sitios, según el Espíritu le indicaba. Y eso que Pablo tenía carácter e iniciativa para hacerlo a su manera, pero ya había aprendido a hacer caso a quien le inspiraba cada día. Hoy leemos en los Hechos de los apóstoles sus peripecias en Atenas. Para los que no se hayan dado cuenta es el famoso discurso en el Areópago, que 2000 años después fue llevado al género del musical en la famosa obra “Hijos de la libertad”, interpretada por los jóvenes de la Milicia de Santa María. Podría ayudarnos el escucharla o directamente cantarla para que se metiera en nuestras fibras más sensibles estas palabras inspiradas e inspiradoras. Qué mejor que recordar estas melodías durante todo el día y no otras, a veces, tan insulsas. “Veo que sois casi nimios en esto de la religión/ pues al pasar por las calles y plazas de vuestra ciudad…”
Pablo se presenta a los sabios de este mundo, representados en los atenienses, con palabras sabias, pero sobre todo con la verdad: Cristo ha resucitado, y eso cambia todas las sabidurías y ciencias humanas, o mejor, las explica. Y el que no quiere escuchar este acontecimiento esencial en la vida del hombre en la tierra, es más bien un ignorante.
Acaba la lectura con la descripción del fracaso del discurso. Sin embargo, la coletilla final es alentadora: “Algunos se le juntaron y creyeron…” Ante el fracaso humano de sus apóstoles, Dios sabe sacar el fruto por Él deseado. Nosotros a hablar, y si es posible con buena elocuencia y con buenas obras detrás que nos avalen, pero de convertir a la gente se encarga Dios en el lugar y en el tiempo que él cree oportuno.

Si todavía nos ha quedado un minuto de tiempo de oración podemos cantar aquello de: “Llévame donde los hombres/ necesiten tus palabras/ necesiten mis ganas de vivir,/ donde falte la esperanza,/ donde falte la alegría/ simplemente por no saber de ti.”

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