En el día de la Virgen de Fátima hacemos
una lectura mariana de la liturgia del día.
- Salmo: La Virgen rezaría con este salmo
muchas veces y con el mismo amor y profundidad que dijo “Proclama mi alma la
grandeza del Señor”, diría aquí “Bendice alma al Señor y todo mi ser a
su Santo Nombre”. Leerlo en clave de ‘Magnificat’ (Lc 1, 46-55). Os invito a
contemplar a la Virgen María, para poder imitarla y así cumplir, también con su
mensaje de Fátima: que nuestra vida sea una vida
(1) entregada
(“Todo mi ser a su Santo Nombre”),
(2) a la
mayor gloria de Dios (“No olvides sus beneficios”, “su soberanía gobierna
el universo”),
Saborea en
esta clave el salmo.
- Evangelio: tras pasar por el corazón el
salmo, el Evangelio parece un impulso a no encerrarnos en nosotros mismos, en
nuestra relación egoísta con Dios. Tras entregar el alma a Dios, con el salmo,
llenarnos de Él, enamorarnos de Él, damos un salto, un paso progresivo al
apostolado: “Me amas, apacienta a mis ovejas”: “Me amas, entrégate a tus
hermanos”. Fue precisamente lo que hizo la Virgen: entró en relación con
Dios en la Encarnación, habló con el ángel del Señor, se convirtió en Madre de
Dios, y su reacción, su salto, fue “levantarse e irse a prisa a la
montaña a ayudar a su prima Isabel”. Pedro, por su lado, nos da el precioso
matiz del perdón de Dios: a pesar de tus negaciones, si vuelves al Señor, a su
Amor, te puede elegir igualmente: Cristo olvida tu pecado.
Este es el resumen también del mensaje
de Fátima que no es más que un recordatorio del mensaje evangélico. María te
dice “Yo, humana, viví el Evangelio, imítame y vuelve al Evangelio”.
Feliz oración. Feliz día de la Virgen de
Fátima.