Estamos aun saboreando la fiesta de ayer. Tomar conciencia de este misterio
de la Trinidad e intentar vivir desde aquí puede llevarnos toda una vida. Como
a Sta. Isabel de la Trinidad. Recordamos estas palabras de Jesús: “Si
alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a
él, y haremos morada en él…”.
En las lecturas de mañana la idea de la salvación va a ser insistente.
Podemos comenzar la 1ª lectura por el final “…alcanzando así la meta de
vuestra fe: vuestra propia salvación.” Quizás con este cambio se
puede iluminar cómo llegar hasta esa meta.
San Pablo nos presenta esa gloria a la que estamos llamados con distintas
expresiones. A lo mejor alguna puede sugerirnos algo:
- esperanza viva - herencia
incorruptible - pura , imperecedera
- la salvación que aguarda
- ser alabanza y gloria y honor
Toda esta maravilla inabarcable se nos concede “… por su gran
misericordia, por la resurrección de Jesús de entre los muertos”.
Entonces exclamamos con el Salmo: ¡Doy gracias al Señor de todo corazón,
grandes son sus obras, su alabanza dura por siempre!.
Ya en la 1ª Lectura S. Pablo nos indicaba que, junto a la maravilla de la
fe será precisa esa actitud “de ascensión montañera” con estas palabras; “aunque
de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas”.
Esta realidad es confirmada en el Evangelio cuando el joven rico pregunta a
Jesús “¿qué haré para heredar la vida eterna?”. Y le muestra como
camino de ascensión los mandamientos. Al responder que ya los vivía desde su
niñez, se gana una mirada de cariño de Jesús. Quizás esta mirada, más que fruto
de ese hallazgo en ese joven, se deba a que desde siempre le había mirado con
predilección. Pero, porque deseaba de él otro paso más «una cosa te falta:
anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro
en el cielo, y luego sígueme.».
Descubrimos, con esa invitación de Jesús a dejarlo todo, que a ciertas
personas, además de cumplir los mandamientos, una cosa les falta para tener un
tesoro en el cielo; dejarlo todo y seguirle.
“A estas palabras, él frunció el ceño y
se marchó pesaroso”. Es que no seguir la voluntad plena
del Señor sobre nosotros tiene esos frutos.
Por el contrario, vemos a la Virgen María respondiendo “aquí la esclava,
hágase” y al poco tiempo explotar de gozo en el Señor al visitar a Isabel.
Pidamos a María por los que dijeron sí un día al Señor, para que no se
cansen y permanezcan en amor fiel. Encomendemos a la Virgen a aquellos
corazones que ahora están escuchando la llamada a dejarlo todo por seguir a su
Señor.
Vamos a acogernos a nuestra Señora para que nunca desconfiemos y grabar muy
adentro estas palabras de Jesús sobre nuestra salvación; «Entonces,
¿quién puede salvarse?» Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es
imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»