2 mayo 2016. Lunes de la sexta semana de Pascua – San Atanasio – Puntos de oración

Te pedimos, Señor de misericordia, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida. Con esta petición de la Oración colecta de la misa de hoy, podemos comenzar muy bien nuestra oración. Una petición, un deseo expreso, siempre nos puede ayudar a centrar la atención y a elevar nuestra alma hacia la contemplación.
Estamos entrando en la recta final de la Pascua, creo que es un buen momento para pensar a manera de balance en cómo nos va, en nuestra actitud de fe y agradecimiento ante tanta misericordia derramada por el Señor en estas semanas de Pascua del año de la misericordia. Y vamos a hacerlo desde el corazón de la Virgen, recién comenzado su mes. María es nuestra madre que Jesús nos entregó en la cruz.
En la primera lectura, Pablo y sus colaboradores se detienen para orar. Llama la atención la oración activa de Pablo. No se aísla de la gente, al contrario, es sábado y va a orar allí donde la gente está. Pablo busca a Dios y lo busca entre la gente y busca a la gente para hablarlas y acercarlas a Dios. Es un contemplativo en la acción, con razón San Pablo es uno de los adalides de nuestro movimiento. Con él todos estamos invitados a ser contemplativos en la acción. Pablo nos cuenta hoy que “nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía” (Pablo). Y el fruto de esta oración-contemplación-acción no se hizo esperar, Lidia se bautizó junto con toda su familia y además les obligó a hospedarse en su casa.
En el Evangelio de hoy, Jesús que está de despedida antes de su pasión, promete a sus discípulos que les enviará el Espíritu Santo, a quien llama el Defensor. Y es que les advierte que su vida no será una vida fácil, llena éxitos y de comprensiones. Más bien todo lo contrario: Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. ¡Qué actuales son estas palabras! ¡Cuántos cristianos hoy perseguidos por su fe! Que no tambalee nuestra fe, nuestro buen ánimo. Para ello contamos con la gracia de Dios que recibimos en el bautismo, que actualizamos en cada sacramento y en cada momento de oración. No estamos solos, Jesús habita en nuestro corazón y nos carga sobre sus hombros. Y con la maternal intercesión de la Virgen, ella nos cuida como a sus hijos pequeños que no les quita la vista de encima ni un solo momento.
Os ofrezco esta oración final de consagración a María, es  la parte final de la oración de San Luis María Grignion de Montfort:

¡Oh Corazón Inmaculado de María, Madre admirable! Presentadme a vuestro Hijo en calidad de eterno esclavo, a fin de que, pues me rescató por Vos, me reciba de vuestras manos. ¡Oh Madre de misericordia!, concededme la gracia de alcanzar la verdadera sabiduría de Dios, y de colocarme, por tanto, entre los que Vos amáis, enseñáis, guiais, alimentáis y protegéis como a vuestros hijos y esclavos. ¡Oh Virgen fiel! Hacedme en todo tan perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, vuestro Hijo, que por vuestra intercesión llegue, a imitación vuestra, a la plenitud de la perfección sobre la tierra y de gloria en los cielos. Amén.

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