Como dice el evangelio de hoy, en
nuestra oración nos vamos a acercar a Jesús para escuchar sus enseñanzas: “otra
vez se le fue reuniendo gente por el camino, y según costumbre les enseñaba”.
Leamos las tres lecturas de hoy como
enseñanzas de Jesús dirigidas a nuestro corazón.
Tres consejos sobre nuestra vida de
relación entre los hombres y una afirmación que nos llena de paz en la carta de
Santiago: no quejarse los unos de los otros, tener paciencia y no jurar. Y en
medio del texto la revelación más importante sobre el ser de Dios: “el Señor es
compasivo y misericordioso”. Si, este es el verdadero evangelio de Jesucristo,
el rostro del Padre que Jesús ha venido a mostrar.
El salmo 102 es también para leerlo y
rezarlo despacio. Gira sobre esta misma idea: el Señor es compasivo y
misericordioso.
Es una ocasión para irse parando en cada
frase y llenarla con el contenido de nuestra propia vida para dar gracias a
Dios:
- “No olvides su beneficios”: ¿qué me ha dado el Señor?
- “Perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades… te colma de gracia y de ternura”: ¡Cuantas veces lo he experimentado y lo vivo cada día!
- “El Señor es compasivo y misericordioso”: es la verdad que tiene que calar en mi corazón.
La enseñanza de Jesús en el evangelio
habla de comunión, la comunión esencial entre un hombre y una mujer al formar
una familia. Frente al legalismo y a la hipocresía de los fariseos, que quieren
justificarse poniendo como referente la ley de Moisés Jesús nos presenta el
plan amoroso del Padre sobre el ser humano llamado a vivir en comunión: “Al
principio de la creación…”
Como los discípulos que volvieron a
preguntar a Jesús sobre el tema del matrimonio, volvamos nosotros a sentarnos
al lado de Jesús y escuchemos lo que tiene que decirnos sobre el corazón del
Padre.
Repitamos durante toda la oración un
único pensamiento: El Señor es compasivo y misericordioso.