El relato evangélico nos muestra a Jesús
llevando a cabo esta curación en dos tiempos: hay primero un exorcismo que le
libra del "espíritu impuro" y deja al muchacho como muerto; después,
la curación definitiva, hecha más sencillamente a la manera de otras
curaciones: “Jesús lo tomó de la mano y lo levantó”.
Nos resultan chocantes las palabras de
Jesús respondiendo a sus discípulos: "¡Generación incrédula!; ¿hasta
cuándo os tendré que soportar? Denotan sufrimiento en Jesús. Hay como un
desánimo en sus palabras. Jesús se encuentra solo, incomprendido, despreciado.
¡Incluso sus discípulos no tienen fe!
Todo esto nos hace penetrar en el alma
de Jesús. A fuerza de verle actuar como hombre, acabamos por encontrar muy
natural que "Dios" se haya hecho "hombre". Y no acabamos de
comprender en qué manera esta "encarnación" fue de hecho un
anonadamiento, un encadenamiento, un "descenso: por nosotros los hombres y
por nuestra salvación. Bajó del cielo.
Es seguro que debieron existir momentos
en los que a Jesús, su "condición humana" debió serle terriblemente
costosa, por los límites que le imponía, y por la promiscuidad que le deparaba.
De ahí su lamento: "¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros?”.
El gran sufrimiento de Jesús es que en
su entorno las gentes no creen, y Él sabe las maravillas que la Fe es capaz de
hacer. “Todo es posible al que cree”.
El padre del muchacho intuye todo esto,
y, a la invitación de Jesús, hace una admirable "profesión de Fe"...
admirable porque está llena de modestia. Era decirle: "¡Sí, creo! Pero,
Señor, ven a robustecer mi pobre fe, pues siento ¡que no creo todavía
suficiente!”.
-“¿Por qué no hemos podido echarle
nosotros?”. "Esta especie no puede ser expulsada por ningún medio si no es
por la oración. El poder de la fe es el poder de la oración.
Los apóstoles por sí mismos, humanamente
son radicalmente incapaces de hacer una OBRA DIVINA: su poder les viene de Dios
y encuentra su fuente en la oración.
-“El espíritu impuro salió del muchacho
dejándolo como un cadáver, de suerte que muchos decían: «Está muerto». Pero
Jesús, tomándolo de la mano, le levantó y se mantuvo en pie”. ¿No resulta
evidente en este milagro su imagen pascual de muerte y resurrección?