3 mayo 2016. Santos Felipe y Santiago, apóstoles – Puntos de oración

1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios (EE 46): “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.”
2. Petición. Hoy es la fiesta de los santos Felipe y Santiago el Menor. Utilizamos como petición la oración colecta de la misa de hoy: “Señor, Dios nuestro, que nos alegras todos los años con la fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago; concédenos, por su intercesión, participar en la muerte y resurrección de tu Hijo, para que merezcamos llegar a contemplar en el cielo el esplendor de tu gloria.”
3. Composición de lugar. (una imagen que nos ayude a centrar la imaginación al hacer la oración): Jesús conviviendo con sus primeros discípulos.
4. Puntos para orar:
En este día de Fiesta de estos dos apóstoles me voy a centrar en el apóstol Felipe que es el que aparece más en el evangelio. Me encanta la figura de Felipe. Es un ejemplo de seguidor entusiasta de Cristo desde el principio. Seguramente era discípulo de San Juan Bautista como los apóstoles Juan y Andrés. Jesús lo llamó a seguirle al día siguiente de que Jesús estuviera con ellos y hablara con Simón y le cambiara el nombre por Pedro. Es el primer discípulo al que el Señor le dice de forma directa “Sígueme” (Jn 1, 43). Quizá Jesús lo hizo porque era algo indeciso, pero una vez que fue llamado le siguió con fidelidad. Entusiasmado, enseguida habla de Jesús a un amigo suyo, Natanael, “un israelita de verdad en quién no había engaño”, y vence sus prejuicios sobre Jesús con el reto: “ven y verás” (Jn 1, 46). Felipe aparece algunas veces más en el evangelio. Por ejemplo en la primera multiplicación de los panes y peces (Juan 6, 1–15). Debía ser un joven sencillo y despierto, hábil para hacer cálculos y previsiones de todo tipo. En todo grupo humano siempre encontramos a alguien con el don de calcular rápidamente cómo dar de comer a muchos o cuál será el camino más corto para ir a cualquier sitio, sin necesidad de google maps. Me imagino a Jesús antes de multiplicar los panes, con Felipe sentado a su lado en la montaña y charlando tranquilamente. Y alza los ojos y ve mucha gente y le dice a Felipe: “Con qué compraremos panes para que coman estos” y añade el evangelio, escrito por San Juan, testigo directo del hecho: “lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer” Y pienso que es un detalle de humor y de confianza de Jesús con su joven discípulo. Y me imagino la expectación sonriente del resto de los discípulos que conocían bien a Felipe, calculador nato. Y a esa pregunta llena de humor y de confianza del Señor, que crea familia y buen ambiente, responde Felipe como un resorte ante la sonrisa del resto “doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo”. Y al lado está el joven Andrés que tiene el don de ser un tío práctico y que acaba de hacer amistad con un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces. Y se lo hace saber al Maestro pero sin estar muy convencido de que esto vaya a solucionar nada. Y me encanta el proceder de Jesús, Hijo de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, suma inteligencia y suma bondad, pero con una familiaridad y sencillez exquisita con el grupo de sus jóvenes apóstoles y con un “santo piruleo” en el trato, que les hace estar a gusto con él sin formalismos y sin rigideces, a pesar de los milagros y signos que ven a su lado que les hace decir en alguna ocasión “¿Quién es este, que hasta el viento y el agua le obedecen?” (Lc 8, 25).
Y en el evangelio encontramos algunos pasajes más, encantadores, en que Jesús se manifiesta también con esta sencillez, familiaridad y  humor con sus discípulos, como por ejemplo:
En el milagro en que está andando sobre el lago yendo hacia la barca donde los discípulos reman fatigados, Jesús “hizo ademán de pasar de largo”. (Mc 6, 48).
En el camino a Emaús, Jesús resucitado camina con dos desengañados discípulos, hablando como si no fuera con él, sobre lo que acababa de pasar en la Pasión y los va acompañando sin prisas en dirección contraria a Jerusalén. Se manifiesta y desaparece de su lado en la venta, y al regresando a todo correr donde estaban reunidos los Once le vuelven a ver que se aparece otra vez en el cenáculo.
En la lago de Tiberíades. Desde la orilla Jesús resucitado les dice, con santa sorna, a los apóstoles que habían estado toda la noche pescando y volvían de vacío: “Muchachos, ¿tenéis pescado?”(Jn 21, 5). Y creo que esta pregunta con ese tono tan particular, lleno de amigable humor, aparte de la inesperada y sobreabundante pesca, sería parte de la clave para que el apóstol Juan reconociera el sello inconfundible de Jesús (cf. Jn 21, 7) que no había cambiado mucho en su manera de tratarlos, a pesar de la novedad de la resurrección.
5. Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con la Virgen en este inicio del mes de mayo. Avemaría.
6. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.
7. Durante el día: Todos los días, pero especialmente en este mes de Mayo, podemos dedicar un rato a rezar el Rosario a la Virgen. Es una oración que desde fuera puede parecer aburrida, pero que cuando se reza habitualmente se va descubriendo su belleza y valor. Por la calle, en una iglesia tranquila, cuando estamos en casa, antes de acostarnos, a cualquier hora, cuando mejor nos venga, no dejar de rezar esta oración maravillosa tan recomendada por la Iglesia en todos los tiempos.
8. Enlaces a la wikipedia con información adicional de los santos apóstoles que celebramos hoy:

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