Jesús ha vencido al mundo.
Me pongo en presencia de Dios. Estoy en
el mes de mayo.
María es la puerta de la Misericordia.
Los discípulos, tan tardos para
comprender otras palabras de Jesús, parecen haber entendido perfectamente las
que Jesús acaba de dirigirles: “El Padre os ama… porque vosotros me amáis y
habéis visto creído que yo he venido del Padre. Pero Jesús aludiendo a su
pasión y su abandono por los suyos, les advierte que creer en él no se reduce a
entender el significado de sus palabras. Comportará que el Resucitado les salga
al encuentro, le abra los ojos de la fe y les comunique su Espíritu para que le
reconozcan como le reconoció Juan ¡Es el Señor!, o Tomás “¡Señor mío y Dios
mío!
A nosotros, los discípulos de ahora nos
sucede lo mismo. No le conocemos solo por conocer los detalles de su vida y
aceptar la doctrina sobre su identidad. Necesitamos encontrarnos con él,
reconocer en él la revelación de amor infinito de Dios, que siempre está con
él, que nunca, ni siquiera en la cruz, lo ha dejado solo, porque acogió la vida
que Jesús al morir puso en sus manos. Necesitamos acoger ese amor que ha
vencido la muerte y el mundo, y dejarnos penetrar toda la persona, toda la
vida, por ese amor que nos abre a todos y nos salva.” Pero Señor, “Yo soy”,
dinos tan solo, dinos “Yo soy” para que en paz vivamos, No en soledad terrible,
sino en tus manos.
(Adaptada de Unamuno)
El próximo domingo celebramos la
fiesta de Pentecostés.
La lectura nos dice. ¿Recibiste
el Espíritu Santo al aceptar la fe?
Recordemos el sacramento, cuando Jesús
entró en nuestra vida.
Si te ayuda, recita en el rato de
oración: ¡Ven Espíritu Santo!
¡Madre de misericordia ayúdame!