Cuando uno ha resucitado con el Señor
está contento, alegre, animado. Este entusiasmo fruto de estar lleno del
espíritu del señor se trasluce en palabras y obras. Es lo que captaron en
Apolo. Se lee en los Hechos de los Apóstoles: era muy entusiasta, elocuente,
hablaba públicamente, rebatía vigorosamente. Proclamaba a todos que Jesús es el
Mesías. A su vez Pablo y los cristianos le animaban.
Pidamos al Señor que avive nuestra fe,
que se traduzca en entusiasmo, en una alegría conquistadora. Ahora que toda la
naturaleza brota manifestando la fuerza que ha almacenado dentro, y se
despliega en vida y colorido, que deslumbra y no deja indiferente, así nuestra
fe animada por la fuerza de Cristo resucitado debe llamar la atención de
aquellos que nos contemplen desplegándose en buenas obras. El aire está lleno
de los aromas de tantas y tantas variedades de flores, así nosotros los
cristianos, cada uno con sus dones y carismas lleven el buen aroma de
Cristo a todos aquellos que se asfixian. La luz de estos días tiene una
intensidad altísima, deslumbra. Llevemos la luz a todos los lugares donde
estemos, predicando que Cristo es el Mesías que da sentido y luz a
nuestras vidas. Cristo ha resucitado y nos dice que sigue con nosotros
mientras esta unido al Padre, es más nos dice que pidamos en su nombre, ahora
que está junto al Padre. No deberíamos cansarnos de pedir. Seamos
contemplativos, transcendamos todas nuestras vivencias y realidades, pasémoslas
por el corazón del Padre. No es difícil. A nosotros nos toca pedir a Él dar.
La Virgen en este mes es mediadora de
todas nuestras peticiones, acudamos también a ella de manera especial, ella que
es causa de nuestra alegría y gozo en nuestras tribulaciones.