18 mayo 2016. Miércoles de la séptima semana de Tiempo Ordinario – San Juan I – Puntos de oración

Todavía estamos bajo los efectos  de los dones del Espíritu Santo. Acabamos de celebrar la Vigilia de Pentecostés. Ya en este ambiente de sencillez y de soledad podemos  constatar que el Señor  por medio del Espíritu Consolador nos ha inundado de sus siete sagrados dones. Vamos a recordarlos: don de Temor, de Fortaleza, de Piedad, de Consejo, de Ciencia, don  Entendimiento y el don de Sabiduría.
A lo largo de estos días entre la Ascensión del Señor y Pentecostés, hemos cantado o recitado  el himno al Espíritu Santo al inicial  la oración  de cada día. Y finalizamos con esta oración que me parece muy oportuna para meditarla despacio  en este rato de oración y que nos puede servir para otros días.
Así es esta oración, que nos acerca a vivir con mayor intensidad la presencia de María en estos días cercanos a la fiesta de la Virgen de Fátima que tanto recuerdos entrañables nos trae.
“Padre que estás en los cielos: Tú enviaste el Espíritu Santo m a los primeros cristianos mientras oraban, unánimes con María, Madre de Jesús, en el cenáculo de Jerusalén. Concédenos soledad, sencillez, silencio de corazón, para recibir Luz, Fuerza y Amor, el mismo Espíritu Santo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén”.
Necesitamos buscar la soledad y hay que poner los medios adecuados. Olvidarme, entre otras cosas, del teléfono móvil. Dejarle que descanse, que no suene, que no vibre… Que se quede en la habitación mientras estoy en la capilla, en la comida o cena, mientras leo,  o en el parque… Que no lleguemos a depender de él como si me encontrara desorientado, solo, desvalido.
Sencillez. Ponerme en la presencia del Señor tal como estoy y tal como soy. Aceptarme como criatura. Protegido  en el abrazo y corazón de Dios. Dios es mi Padre, ¿Te has olvidado?
Así llegaré al silencio. Descubriré la acción de Dios en mí. Reconoceré cada día que mis limitaciones reconocidas y aceptadas me acercan más al Señor. Él conoce todas estas limitaciones, fragilidades e ignorancias propias  de la persona humana. Pero este camino de la fragilidad me acerca  a la Vida, me encuentro, porque me está buscando. Jesús  es el camino, la verdad, la vida.
Miremos a María en estos días del mes de mayo y utilicemos estos medios de la soledad, sencillez y silencio para vivir en su presencia.
María es la lluvia mansa que nos empapa de la misericordia de Dios.

“La Virgen nos manda las cuentas pasar, dice que el Rosario nos ha de salvar. Ave, Ave, Ave María…”

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