Todavía estamos bajo los efectos de los dones del Espíritu
Santo. Acabamos de celebrar la Vigilia de Pentecostés. Ya en este ambiente
de sencillez y de soledad podemos constatar que el Señor por medio
del Espíritu Consolador nos ha inundado de sus siete sagrados dones. Vamos a
recordarlos: don de Temor, de Fortaleza, de Piedad, de Consejo, de Ciencia,
don Entendimiento y el don de Sabiduría.
A lo largo de estos días entre la Ascensión del Señor y Pentecostés, hemos
cantado o recitado el himno al Espíritu Santo al inicial la
oración de cada día. Y finalizamos con esta oración que me parece muy
oportuna para meditarla despacio en este rato de oración y que nos puede
servir para otros días.
Así es esta oración, que nos acerca a vivir con mayor intensidad la
presencia de María en estos días cercanos a la fiesta de la Virgen de Fátima
que tanto recuerdos entrañables nos trae.
“Padre que estás en los cielos: Tú
enviaste el Espíritu Santo m a los primeros cristianos mientras oraban,
unánimes con María, Madre de Jesús, en el cenáculo de Jerusalén. Concédenos
soledad, sencillez, silencio de corazón, para recibir Luz, Fuerza y Amor, el
mismo Espíritu Santo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén”.
Necesitamos buscar la soledad y hay que poner los medios
adecuados. Olvidarme, entre otras cosas, del teléfono móvil. Dejarle que
descanse, que no suene, que no vibre… Que se quede en la habitación mientras
estoy en la capilla, en la comida o cena, mientras leo, o en el parque…
Que no lleguemos a depender de él como si me encontrara desorientado, solo,
desvalido.
Sencillez. Ponerme en la presencia del Señor tal como estoy y tal como soy.
Aceptarme como criatura. Protegido en el abrazo y corazón de Dios. Dios
es mi Padre, ¿Te has olvidado?
Así llegaré al silencio. Descubriré la acción
de Dios en mí. Reconoceré cada día que mis limitaciones reconocidas y aceptadas
me acercan más al Señor. Él conoce todas estas limitaciones, fragilidades e
ignorancias propias de la persona humana. Pero este camino de la
fragilidad me acerca a la Vida, me encuentro, porque me
está buscando. Jesús es el camino, la verdad, la vida.
Miremos a María en estos días del mes de mayo y utilicemos estos medios de
la soledad, sencillez y silencio para vivir en su presencia.
María es la lluvia mansa que nos empapa de la misericordia de Dios.
“La Virgen nos manda las cuentas pasar,
dice que el Rosario nos ha de salvar. Ave, Ave, Ave María…”