JESÚS, HERMANO UNIVERSAL
Impresiona oír estos días, en los
relatos de la Resurrección, al mismo Jesús resucitado llamar hermanos a sus
discípulos. Así se refiere a ellos cuando encarga a las mujeres y a María
Magdalena el anuncio de su Resurrección.
E impresiona tanto más cuanto que la
Resurrección de Jesús hace de su humanidad, de su cuerpo y su persona, un
misterio más hondo, aún más incomprensible que en la vida pública, de modo que,
de primeras, su figura resulta irreconocible, como señalan a menudo los propios
relatos evangélicos de las apariciones. Si en su vida mortal, la presencia de
Jesús, por sus milagros, por su doctrina y su propia persona, sugería un
misterio inabarcable, ahora el misterio se hace más evidente y por lo mismo su
humanidad y su presencia son más inefables.
Pues bien, es ahora cuando Jesús da
un salto cualitativo en su relación con nosotros. Hasta ahora ha sido el
Maestro, el Amigo y el Señor, y sus discípulos han sido, hemos sido, torpes
seguidores y compañeros temerosos y huidizos. Pero ahora Jesús nos llama y nos
hace sus hermanos. Y por tanto nos introduce en su propia familia, la de Dios
Salvador. ¡Qué asombro y acción de gracias debemos proclamar en estos días de
Pascua! ¡Ahora sí que somos hijos de Dios porque el mismo Jesús nos llama sus
hermanos!
Jesús es el hermano universal que con
su Pasión, Muerte y Resurrección ha hecho de todos los hombres los hijos del
Padre bueno y así ha construido la fraternidad universal.
Las mujeres cuando descubren a Jesús
resucitado se arrojan a sus pies, los besan y abrazan, como había hecho la
mujer pecadora (¿la propia Magdalena?) en casa de Simón, el fariseo.
Esta puede ser nuestra actitud
contemplativa en estos días de Pascua. Besar sus pies adorables, llagados y
gloriosos, es aceptar su voluntad en la vida cotidiana, sin desalientos,
cansancios ni quejas. Besar sus pies es atender con respeto y cariño a todos
los que compartimos vocación y “techo”, no llevar cuenta de sus defectos o
limitaciones y ser diligente en los pequeños servicios, olvidando la
contabilidad tacaña de lo dado y lo recibido a cambio. Besar los pies de Jesús
es interceder por los hermanos alejados y procurar con el sacrificio y el
testimonio que conozcan al que es el mejor hermano y a su través al Padre
bueno.
La Virgen María, ¿besaría los pies de
Jesús resucitado como las mujeres? ¿O ella sería acogida exclusivamente en el
pecho de Jesús? Que la contemplación nos conduzca, según decía san Agustín, del
revoloteo en torno a las llagas de pies y manos de Jesús a hacer el nido en su
Corazón abierto.