31 marzo 2016. Jueves de la Octava de Pascua – Puntos de oración

JESÚS, HERMANO UNIVERSAL
Impresiona oír estos días, en los relatos de la Resurrección, al mismo Jesús resucitado llamar hermanos a sus discípulos. Así se refiere a ellos cuando encarga a las mujeres y a María Magdalena  el anuncio de su Resurrección.
E impresiona tanto más cuanto que la Resurrección de Jesús hace de su humanidad, de su cuerpo y su persona, un misterio más hondo, aún más incomprensible que en la vida pública, de modo que, de primeras, su figura resulta irreconocible, como señalan a menudo los propios relatos evangélicos de las apariciones. Si en su vida mortal, la presencia de Jesús, por sus milagros, por su doctrina y su propia persona,  sugería un misterio inabarcable, ahora el misterio se hace más evidente y por lo mismo su humanidad y su presencia son más inefables.
Pues bien, es ahora cuando Jesús da un salto cualitativo en su relación con nosotros. Hasta ahora ha sido el Maestro, el Amigo y el Señor, y sus discípulos han sido, hemos sido, torpes seguidores y compañeros temerosos y huidizos. Pero ahora Jesús nos llama y nos hace sus hermanos. Y por tanto nos introduce en su propia familia, la de Dios Salvador. ¡Qué asombro y acción de gracias debemos proclamar en estos días de Pascua! ¡Ahora sí que somos hijos de Dios porque el mismo Jesús nos llama sus hermanos!
Jesús es el hermano universal que con su Pasión, Muerte y Resurrección ha hecho de todos los hombres los hijos del Padre bueno y así ha construido la fraternidad universal.
Las mujeres cuando descubren a Jesús resucitado se arrojan a sus pies, los besan y abrazan, como había hecho la mujer pecadora (¿la propia Magdalena?) en casa de Simón, el fariseo.
Esta puede ser nuestra actitud contemplativa en estos días de Pascua. Besar sus pies adorables, llagados y gloriosos, es aceptar su voluntad en la vida cotidiana, sin desalientos, cansancios ni quejas. Besar sus pies es atender con respeto y cariño a todos los que compartimos vocación y “techo”, no llevar cuenta de sus defectos o limitaciones y ser diligente en los pequeños servicios, olvidando la contabilidad tacaña de lo dado y lo recibido a cambio. Besar los pies de Jesús es interceder por los hermanos alejados y procurar con el sacrificio y el testimonio que conozcan al que es el mejor hermano y a su través al Padre bueno.

La Virgen María, ¿besaría los pies de Jesús resucitado como las mujeres? ¿O ella sería acogida exclusivamente en el pecho de Jesús? Que la contemplación nos conduzca, según decía san Agustín, del revoloteo en torno a las llagas de pies y manos de Jesús a hacer el nido en su Corazón abierto.

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