16 marzo 2016. Miércoles de la quinta semana de Cuaresma – Puntos de oración

LA VERDAD OS HARÁ LIBRES… EL HIJO OS HACE LIBRES
LA LIBERTAD DE LOS HIJOS
Asistimos a la polémica de Jesús con los fariseos. Estos, apegados a una sujeción nominal, fría y meramente externa a los preceptos. Jesús, proclamando la adhesión “cordial” (del corazón) al “mandamiento” del amor.
La Ley, todo lo prescrito en el Antiguo Testamento, es provisional; necesario en su momento, pero dirigido a una cumbre, Jesús, que llevará a su plenitud todo lo que allí era sólo proyecto. Y ahora se nos muestra lo más íntimo de la revelación de Jesús: si Dios es Padre, yo soy hijo. De aquí nace toda la confianza y toda la exigencia que caracterizan a la condición cristiana. Pero esto es la cumbre, la Palabra plena, hacia la cual se arrastra el Antiguo Testamento, con aciertos y errores, que valoramos con claridad desde Jesús.
La Ley de Jesús es: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y todas tus fuerzas: y al prójimo como a ti mismo"
Por tanto, no se trata de cumplir preceptos, sea cual sea nuestra situación interior; se trata de convertirnos al amor de Dios, descubrir el amor de Dios y responder con el mismo amor, que abarca al Padre y a los hijos. Esto significa que hacemos mucho más de lo obligado, que vamos mucho más allá de los preceptos. Pensamos, una vez más, en dos personas enamoradas, o en una familia en la que funciona un amor verdadero: los preceptos están de sobra. Si todo el mundo piensa más en los otros que en sí mismo, la ley se queda siempre muy corta.
Esta Libertad de los hijos de Dios es el centro de toda espiritualidad cristiana. En una comunidad siempre hacen falta leyes, pero el Espíritu de Jesús va mucho más adelante que las leyes, se le queda pequeño lo mandado.
Así, Jesús es el Salvador, el que salva de los pecados, el Libertador. En dos aspectos: en que ya no servimos al pecado, aunque nos siga atrayendo, aunque algunas veces resbalemos; vivimos para las cosas del Padre, hemos descubierto el Tesoro y hemos vendido las baratijas que antes nos atraían tanto. Y, además, nos sentimos libres del temor: ya no nos da miedo Dios ni nuestros pecados, porque Jesús nos ha mostrado bien que Dios es precisamente el que trabaja para liberarnos.

Seguir a Jesús, convertirse, "apuntarse al reino" es algo vital, emocional. No se trata de conocimientos sino de convicciones, no se trata de aceptar dogmas sino de sentirse querido.

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