Empezamos nuestra oración invocando
al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el
fuego de tu amor”.
Hemos pasado ya el ecuador de la
Cuaresma. Es verdad que los días corren que vuelan y que poco a poco el tiempo
litúrgico que estamos viviendo tocará a su fin, ya en breve. La vida de hoy en
día es muy acelerada y estamos siempre con las prisas que nos exige la rutina
que nos toca vivir. Esto tiene un peligro: hace un mes era Miércoles de Ceniza,
y al iniciar en ese día la Cuaresma hacíamos el firme propósito de
arrepentirnos de nuestras faltas, de buscar al Señor y de acompañarle en el
desierto. ¿Hemos sido perseverantes en este propósito o hemos dejado que el fuego
encendido en nuestro interior se haya extinguido y que ya casi no nos acordemos
de que caminamos hacia la Semana Santa? Por eso es bueno que hagamos un parón
en nuestra rutina y meditemos si nuestro espíritu continúa aún en Cuaresma y en
camino de conversión, o en realidad, como los israelitas del becerro de oro
¿hemos dejado todo ello de lado y se nos ha llegado a olvidar? Aprovecha que
Dios nos regala este Año de la Misericordia que estamos celebrando para ser
consciente de Su Amor y acercarte al Sacramento de la Penitencia para avivar la
llama del Espíritu en nuestro ser que nos da la Gracia de la conversión.
Pedimos a la Santísima Virgen que nos
ayude en el seguimiento de su Hijo y en nuestro camino de conversión; y para
que interceda por nosotros ante el Padre para que derrame gracias abundantes
sobre sus hijos.