Hacemos silencio en nuestro corazón
para poder comunicarnos con Dios y comenzamos nuestra oración reconociendo su
presencia en el sagrario. Luego, una petición al Espíritu Santo “Enséñame a
hacer oración” “Haz Tu, oración en mi”.
Seguimos avanzando por el camino de
la cuaresma, el camino de la conversión. En este periodo se nos llama cada día
a la conversión. Las lecturas de este día lo hacen de una manera particular;
ponen de relieve la persecución que sufren aquellos que buscan la voluntad de
Dios. Nos indican que la forma de pensar, de actuar, de vivir, resultan
molestos para aquellos que no están dispuestos a cumplir la voluntad del Padre.
Así, la justicia, el amor, el perdón, son inexplicablemente rechazadas. No
podemos dejar de elevar un pensamiento y una oración por tantos cristianos
perseguidos por su fe, incomprendidos a pesar de su entrega generosa a los
demás. Pero hemos de entender que este es el camino que Jesús nos propone. El
camino a la Pascua pasa por la Pasión, por abrazarnos a nuestras cruces y
llevarlas con amor. Pero es un camino que acaba en la RESURRECCIÓN.
Que deseemos y nos esforcemos porque
nuestra vida también interpele a quienes pasan a nuestro lado, tal vez suframos
el rechazo de quienes no han conocido el Amor, pero contamos con la gracia de
Dios que nos sostiene en los momentos de sufrimiento. Que no nos cansemos
nunca de recomenzar cada día este camino de conversión y que cada día sigamos más
de cerca a Jesús, en estos momentos previos a la Semana Santa.
Que Santa María, nuestra reina
y nuestra madre nos ayude.