Hemos iniciado esta semana una
lectura continua del evangelio según san Juan. La selección de textos pone de
relieve el dramatismo de la relación de Jesús con los “judíos”. Esto debe ser
entendido desde la perspectiva del escrito de este evangelio que vive una
situación de distancia del judaísmo con una comunidad cristiana bien afianzada
con identidad propia y diferenciada del judaísmo. “Judíos”, por tanto, son la
posición oficial de las autoridades del tiempo de Jesús y sus secuaces que lo
llevaran a la cruz, suplicio ejecutado por las autoridades romanas. Los
sinópticos hablan más bien de fariseos, herodianos, sumos sacerdotes, escribas,
ancianos; es una posición más cercana a los hechos. Sin embargo, en la lectura
de hoy nos presenta un fariseo amigo de Jesús, Nicodemo; este fariseo aparece
varias veces en el evangelio de san Juan como discípulo secreto de Jesús. San
Juan suele presentarnos junto a grandes discursos detalles históricos muy
precisos. No dejemos pues que el lenguaje nos condicione llevándonos a
conclusiones que el autor no pretende. Judío fue Jesús como María y José,
judíos los apóstoles y judíos los primeros cristianos y actualmente muchos
judíos de raza son cristianos. Oremos para que se cumpla la profecía de san
Pablo y crean todos en Jesucristo como santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edit
Stein), Alfonso de Ratisbona y tantos otros
Para afrontar la pasión del Señor en
nuestra oración nos puede ayudar Nicodemo. Nos podemos sentir identificados con
él en muchas situaciones de nuestra vida cuando vemos las cosas claras y
tenemos que afrontar la contradicción de los demás poniendo en conflicto
nuestra propia conciencia sin saber cómo actuar.
La oración nos puede dar fuerza para
ser fieles a nuestra conciencia y obrar de la manera más provechosa, poniendo
la confianza en Dios: “Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón”.
La primera lectura pone de relieve el
sufrimiento del justo, un tema constante en la biblia. Jesús se vio así
acechado por sus enemigos y llamado a realizar la misión que el Padre le había
encomendado.