1. “Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a
Dios, que salva a los que esperan en él…. Aquel día se salvó una vida inocente”
(Daniel 13, 1)
La verdad padece pero no perece. Dios
lo ve todo y al final triunfa el bien. Hay que estar dispuesto a todo como la
casta Susana, hasta el martirio, por la verdad, por la integridad.
2. El Señor es mi pastor, nada me falta: (Salmo 22, 1)
Precioso salmo para cantar, para
meditar una y otra vez hasta hacerlo vida. Como decía San Juan de Ávila: “Dios
lo conoce todo, lo puede todo y me ama, ¿de qué me preocupo, pues? Por tanto,
feliz, fuera problemas y angustias, el Señor es mi pastor, mi custodio, mi
guardián. Como repetía Benedicto XVI: “Con Cristo, todo; sin Cristo, nada”
3. «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra…
Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.» (Jn 8, 1)
Ahora que los “óscar” han vuelto a
poner sobre el tapete los escándalos de los buenos, de los pastores, de los
llamados casi profesionalmente a ser santos… se hace más urgente que nunca
meditar, contemplar esta escena. Sólo el Santo, el Sin pecado, Dios Misericordia
puede pronunciar tan inefables palabras: “el que esté libre de pecado”, que
apedree; sólo Él podía hacerlo y es el primero en dejar de apuntar, PERDONAR e
invitar al cambio total, la santidad: “y en adelante no peques más.”
Se acerca la Semana Santa, le pedimos
a Nuestra Madre Santa María que nos preste sus ojos, sus oídos, su corazón para
latir con el de Jesús que en su iglesia, sufre y muere por mí.