“Señor
y Dios nuestro, te rogamos que tu gracia nos ayude, para que participemos
siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la
salvación del mundo.”
Características de ese amor:
- Un amor que surge del encuentro amoroso con Cristo, de “ponernos a tiro”, de dejarnos acariciar
por el Señor. En el Evangelio se nos relata un encuentro así: Cristo se acerca
a nuestro sufrimiento, aleja nuestros males, sana nuestras heridas, perdona
nuestros pecados y nos invita a seguirle (“anda y adelante no peques más”). Además, fíjate en el trato
delicado de Jesús hacia la pecadora: mientras todos le van a apedrear y la
humillan, Cristo le llama “Mujer”, con fuerza, seguridad y respeto. No
le quita “el título”, no le arrebata “su dignidad”… A ti también te llama “mi
hijo” a pesar de tus miserias… Cristo te pide: “No recordéis lo de antaño,
no penséis en lo antiguo…”.
- Un amor que nos llena de alegría: “El
Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. No importa nuestra vida anterior, que
hayamos “llorado llevando la
semilla”, porque, con solo volver la vista al Señor, con nuestra
disposición a la conversión “cantaremos
trayendo las gavillas”.
- Un amor que ordena y cambia nuestra vida. Crea en nosotros, irremediablemente, la necesidad de
ganar a Cristo: “Todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo”. Ese
amor, encuentro, cambia nuestra vida, la hace nueva: “mirad que realizo algo nuevo; ya
está brotando”.
- Un amor que nos saca de nosotros mismos y nos envía al
mundo a ser ese “pueblo
escogido que proclame su alabanza”. A
ser testimonio alegre en el mundo, a cuestionar a nuestros amigos y compañeros,
a nuestra sociedad. De manera que: «Hasta
los gentiles dicen: “El
Señor ha estado grande con ellos”».
Os deseo una feliz y fructífera oración relamiendo la
jugosa Palabra de Dios de este domingo para que nos prepare a los Días Santos
que vamos a vivir de manera inminente, en poco menos de dos semanas… “Ya está brotando, ¿no lo notas?”
«Ahora —oráculo del Señor— convertíos a mí de todo corazón,
Porque soy compasivo y misericordioso»