Un
día más, un regalo más y como siempre ahí está Él, esperándonos, deseando que
le demos la oportunidad de ser sus manos, deseando estar con nosotros. Ahí está
Él, solitario en el sagrario, viendo como nos afanamos con las cosas de este
mundo.
Hoy quiere mirarnos y abrazarnos. Nos mira profundo,
limpio, tal cual somos y con nuestras miserias ve una maravilla; en esta mirada
hoy nos dice que no dejemos de mirarle nunca, que le coloquemos en el centro de
nuestra vida, en el por qué de todo nuestro día a día.
Él es lo realmente importante, no nos dejemos atrapar por
sueños y empresas que tienen fecha de caducidad sino que todo lo que hagamos
sea por y para Él, hoy nos recuerda que no sabemos cuál será el momento ni el
lugar de nuestra muerte y por ello debemos estar alerta ¿Cómo va mi confesión?
Además de mirarnos así de tierno, nos abraza. Dios cercano
y real nos lanza un abrazo quizás desde Nazaret, quizá desde los caminos, en
Jerusalén, que cada uno vea recibe el regalo. Y con este privilegio de abrazo
de fe nos recuerda que "Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá".
Demos gracias a Dios por todos los regalos que nos hace y pidámosle fuerzas
para que le dejemos hacer lo que quiera con nosotros.