Aleluya, “El hijo del hombre ha venido para
servir y dar su vida en rescate por todos”.
En la oración de este domingo, más sosegada que a lo largo
de la semana, la liturgia nos propone un evangelio muy claro, cargado de
deseos que rozan, en la manera de pedir, como si fueran derechos
adquiridos, por el hecho de ser discípulos de Jesús. Y uno se puede
preguntar, ¿es que los otros diez discípulos no tienen la misma
categoría que Juan y Santiago?
Nos ponemos en la presencia del Señor y tratamos de leer
muy despacio este texto. Primero trato de entender lo que dice. El segundo paso
es reflexionar en aquello que me dice personalmente a mí. Y por último me
dispone a tomar una actitud.
Cuando lo he leído con más detenimiento me parece que este
lo ha meditado con frecuencia Abelardo. Y sacaría sus propias conclusiones.
Aquí, de nuevo, descubre y confirma la misericordia del corazón de Cristo. Para subir, no hay otro camino más
recto que bajar. “Subir bajando”, “subir sirviendo, abajánsose”.
Santiago y Juan a instancias de su madre quieren y desean
subir. Le dicen: “Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir”… ¿Qué
queréis que haga con vosotros?” Seguramente contestaron a la vez para hacer más
fuerza: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu
izquierda”. Y sigue el diálogo entre los hermanos y Jesús.
Como están dispuestos a beber el cáliz que ha de beber el
Señor… si, beberán el mismo cáliz, pero la otra petición de subir no depende de
él.
Ellos quieren subir y Jesús les muestra el camino. Este
camino, el único para llegar a la gloria es servir. Jesús se encarna, baja,
para servir.
Y vosotros seguiréis mi camino, nos dice a ti ay a mí: “el que quiera ser grande, sea
vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.
Cuántas personas viven ocultas, desapareciendo, sirviendo,
como nos invita a vivir el Papa Francisco, como lo hacen los misioneros que lo
dejan todo para dar a conocer a Cristo, más que con las palabras, con la vida.
Tengamos un recuerdo especial para ellos en este día. Tú y yo también somos
misioneros sin saltar a otros países. Solo se puede ser misionero si se sirve a
todo tipo de personas. Palparé cada día que para subir a la gloria no otro
camino que servir. Sólo así, “subiré bajando, sirviendo”. Al estilo de Jesús de
Nazaret.
“Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le
sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.