26 octubre 2015. Lunes de la XXX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Lc 13, 10-17
Al iniciar la oración caer en la cuenta cómo Dios me está esperando, me mira complacido; sentir la mirada que un día le regaló  al joven rico “fijando en él la mirada lo amó”.
            Algunos milagros de curación de enfermos que narra san Lucas tienen en común que lo hace en sábado, creo que lo hace para resaltar la actitud que tiene la primera comunidad de cristianos sobre la observancia de las normas de Antiguo Testamento. Como la enfermedad no era mortal, Jesús podía haber aplazado la curación para no “violar” el descanso sabático. Si Jesús actúa así en sábado y sin que la mujer se lo pidiera, no es por menospreciar la ley sabática, sino para decirnos que el sábado está hecho para el hombre y no al revés, que a Dios se le da culto liberando a esta mujer de su esclavitud a la que Satanás tenía sometida durante  dieciocho años.
            Jesús indicó que la mujer recién curada glorificaba a Dios, ahora concluye diciendo: “toda la gente se alegraba de los milagros que hacía”. Es un detalle que, como estribillo, repite san Lucas en otras situaciones similares, que como se ve, la gente sencilla, gracias a su instinto religioso, entiende más a Dios que los expertos, cegados por su sabiduría.
            Jesús se acomoda a la mentalidad judía, insinúa que la enfermedad de la mujer encorvada se debe al espíritu del mal para dar a entender que la curación trasciende el plano fisiológico para alcanzar el nivel liberador de la persona en toda su profundidad que nos trae en Reino predicado por el Señor y que se basa en la misericordia y el amor que Dios tiene por el hombre.
            Los fariseos tenían un principio que primero es la gloria de Dios, después el bien del hombre, ellos no entendía que este principio y Jesús les viene a decir que no se puede separar este principio sin caer en un error. La gloria de Dios no se puede  realizar al margen del bien del hombre, porque  el honor y la grandeza de Dios se manifiesta precisamente en su misericordia y en su amor al hombre. Toda ley divina ha de celebrar ese amor de Dios que quiere el bien del hombre, por tanto la ley se hace para el hombre, y no el hombre para la ley; algo que no podemos olvidar nunca.

Antes de terminar la oración hagamos un pequeño repaso de cómo van calando en nuestro corazón las enseñanzas de Jesús y pidamos a la Virgen en este mes del Rosario que nos ponga junto a su Hijo para que con nuestro ejemplo evangélico de amor, humildad y fraternidad sincera robustezca a los vacilantes, para que guiados por su Espíritu caminemos juntos por el camino de la verdad y así el mundo crea y se convierta.

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