Sin
duda la oración es un ratito de Cielo. Si tenemos el Señor delante en la
Eucaristía, esa ayudita que nos llevamos. Para empezar este rato para Dios, es
bueno recordar que en la oración no somos nosotros los protagonistas, ni
tampoco quienes tomamos la iniciativa: es un momento para Dios, de Dios y con
Dios. El buen fruto de nuestra oración dependerá de la contestación a esta
pregunta: ¿cuánto te has abandonado en Dios en este rato?
Por lo tanto, para que sea fructífero os propongo empezar
pidiendo luz al Espíritu Santo, para que mueva nuestros corazones, encienda
nuestras almas, prenda nuestro interior en fuego de amor divino. Pedimos que
mueva y remueva, para acercarnos más a Él y todo para su mayor gloria.
Así dispuesto os propongo rezar teniendo en mente un
sentimiento, una idea y una imagen:
· Sentimiento. Estas
lecturas ponen de relieve la majestuosidad y gloria de Dios. Podemos tener de
fondo el sentimiento de admiración… gritar de admiración esa exclamación del
arcángel Gabriel: ¡¿Quién como Dios?! O aquella frase bíblica: ¿quién tan
grande como nuestro Dios? Sentirnos dichosos por tener un Dios tan glorioso y
que ha querido hacernos partícipes de esa gloria… Métete en escena: tú eres un
vagabundo, una persona sucia, despreciable por todos, y el que de joven fue tu
mejor amigo llega a rey. Ahora, ese rey, anda buscándote por todos los rincones
de la ciudad, y una vez te encuentra, te lleva su palacio, y te hace comer
manjares, te viste de seda, te ofrece baños llenos de lujo y comodidad…
¿qué sentirías? Pues bien, ¿Qué sientes cuando todo un Dios lleno de majestad y
gloria te busca a ti, un pequeño hombrecillo pecador, para llevarte al Cielo,
para estar junto a ti, para hacerte partícipe de su Reino? ¡Disfruta!
· Idea: mi
actitud personal. Las lecturas nos advierten de los riesgos de dejarnos llevar
por la soberbia, el orgullo, hacernos “los listillos”, fingir y “quedar bien”,
en resumen, fariseísmo e hipocresía… Ante estas advertencias… ¿qué me pregunto
y qué hago yo? Pide humildad, pido amor intenso al Señor…
· Imagen: un
coloquio. Todos hemos visto esa imagen de Jesús hablando con una persona en
banco. Imagina que tú eres esa persona. Jesús te habla de esos dos puntos
anteriores: te habla de que quiere compartir su gloria contigo, te habla de los
riesgos, te menciona palabras como seguimiento, misión, cruz y Resurrección…
¿qué respondes? ¡Habla con Él! ¡Haz coloquio con Él”
Si estos puntos no te ayudan, si te encuentras frío en la
oración… Siempre podemos tirar del día de ayer… Nuestra Madre como pilar de
nuestra de vida. Por otro lado, si lees las lecturas, tú mismo podrás formarte
tus puntos. Yo, personalmente, me he propuesto tener una “Libreta de oración”
donde todas las noches preparo unas ideas de oración partiendo de las lecturas
del día, de la oración del militante, de las oraciones de la Misa, de las
circunstancias de mi vida, lectura espiritual (etc)… y al final hacer balance
de esa oración también por escrito. A mí me está descubriendo un mundo porque
le da una estructura y una unidad a la oración… además, me permito ver la
evolución, ver lo que me ayuda, lo que no… lo comparto con vosotros por si os
sirve.
¡Gloria a Dios! ¡Feliz día! ¡Feliz oración!