Hoy
es un día para llenarnos de deseos -¿de qué?- deseos de santidad, mirando a
nuestros hermanos que han llegado al cielo y reinan con Cristo. Los deseos
todavía no son los frutos, pero los producen, del mismo modo que las flores en
los árboles dan lugar a tanta variedad de frutas. Sirva de ejemplo lo que
nuestra adalid y amiga Teresa del Niño Jesús escribió en su Ofrenda al Amor
Misericordioso:
¡Oh, Dios mío, Trinidad Bienaventurada!, deseo amaros y haceros amar, trabajar por la
glorificación de la Santa Iglesia, salvando las almas que están en la tierra y
librar a las que sufren en el purgatorio. Deseo cumplir perfectamente vuestra voluntad
y alcanzar el puesto de gloria que me habéis preparado en vuestro reino. En una
palabra, deseo ser santa, pero comprendo mi
impotencia y os pido, ¡oh, Dios mío!, que seáis vos mismo mi santidad.
El programa de la santidad es
parecernos a Jesús, haciendo nuestros esos ocho rasgos de su vida que están
expresados en las bienaventuranzas. Él las vivió primero, y por eso puede
pedirnos que le sigamos, pues nos da su gracia para imitarle:
· Con Jesús y como Jesús, he de ser pobre de espíritu.
· Con Jesús y como Jesús, he de ser humilde.
· Con Jesús y como Jesús, he de llorar junto a los que sufren, llorar por los pecadores…
· Con Jesús y como Jesús, he de tener hambre y sed de santidad y justicia.
· Con Jesús y como Jesús, he de ser misericordioso.
· Con Jesús y como Jesús, tengo que luchar por ser limpio de corazón.
· Con Jesús y como Jesús tengo que trabajar por la paz.
· Con Jesús y como Jesús, he de ser perseguido a causa de la justicia.
Nuestros queridos P. Morales y
Abelardo siempre nos han encendido en deseos de santidad y nos han señalado el
camino: la confianza, nunca el desaliento, sirviéndonos de nuestras miserias
para acrecentar la humildad, poniendo los ojos en María, la Virgen del Hágase y
del Estar. El P. Eduardo nos enseña este camino con su propio ejemplo,
aceptando su limitación y dejándose hacer por Dios. Hablemos hoy con nuestros
hermanos del cielo, para que intercedan por nosotros y lleguemos a la santidad
por la perseverancia, y a la perseverancia por las miserias. Un contemporáneo
del P. Morales, ya declarado Venerable, el arzobispo José Mª García Lahiguera
decía con frecuencia:
“Tenemos
que ser santos, que con menos no cumplimos”
Y para que nuestros deseos empiecen a dar fruto muy
pronto, sigamos un consejo de santa Teresa del Niño Jesús. Su prima,
María Guerin, que también era una de sus novicias en el Carmelo de
Lisieux, le dijo, “te prometo ser santa cuando tú te hayas ido al
cielo; en ese momento, pondré manos a la obra con toda el alma”. Teresa
le respondió, “No, no esperes hasta entonces. Comienza ahora
mismo…Créeme, nunca esperes a mañana para empezar a ser santa”.
Hacemos nuestro este consejo y le pedimos a la Virgen que
nos dé fuerza para empezar AHORA:
NUNCA ESPERES A MAÑANA PARA EMPEZAR A
SER SANTO