“He venido a prender fuego en el
mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”
Jesús nos invita hoy a recibir su amor.
Quiere que el fuego que nace de su Corazón abrasado haga arder también el
nuestro y se propague a nuestro alrededor.
Vamos a pedirle en la oración a maría
que nos abra el corazón para recibir ese chorro de gracias que brota
continuamente del Corazón de Cristo. Vamos a volver a pedirle que nos fiemos de
Él, que pongamos en Él nuestra confianza.
Nos alienta a ello el salmo:
“Dichoso el hombre que ha puesto su
confianza en el Señor”.
Porque el Señor nunca defrauda. Él
nos libera del pecado, por la confianza. El nos hace avanzar por rutas de
santidad, si le dejamos hacer. Él nos conduce hacia fuentes tranquilas y repara
nuestras fuerzas, si lo deseamos y le buscamos. Él en fin, nos regala la vida
eterna, para gozar eternamente con él.
Eso nos dice también la primera
lectura:
“Dios regala vida eterna por medio de
Cristo Jesús, Señor nuestro”.
Confianza, confianza, confianza.
Tanto cuanto espera, alcanza.