Este
día 15 de octubre es el final del año teresiano.
En este rato de oración puedes pensar en las gracias
recibidas en este año por su medio o en las siguientes ideas.
Empecemos por la transverberación. Teresa va subiendo en
su unión con Dios y en su amor a Jesús. Hacia los cuarenta y tantos años, tuvo
esta visión:
“Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión:
veía un ángel cabe mí, hacia el lado izquierdo, en forma corporal, no era
grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los
ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman
querubines. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me
parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas
veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba
consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el
dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me
pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el
alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja
de participar el cuerpo algo, y aun harto.” (Vida 29,13).
¿Me gustaría a mí que me pasase algo de esto? Me duele
mucho y amo mucho. Puedes darle vueltas a esta idea, cual es el grado de tu amor,
que efectos te produciría, si luego aumentaría tu soberbia diciendo: ¡Qué bueno
soy!
¿Por qué a ella si a mí no? La clave nos la da otra frase
suya, que escribo de memoria. Dice: “Importa mucho y es el todo una muy grande
determinación de no parar hasta llegar al fin, suceda lo que sucediere, caiga
quien caiga, aunque se reviente en el camino”. Dudo que sea bueno pedir a Dios
una transverberación, pero si, tener esa decisión de escoger todo lo que va más
derecho hacia Dios, que en general es lo más abnegado.
Por último podemos verla en alguna de sus fundaciones
posteriores a la transverberación: es la hora de trabajar. Ha llegado al
atardecer a unas casa que le han donado y que no sabía muy bien en qué
condiciones está. Desde luego no la ha visto antes. El tema de los permisos no
lo tiene bien arreglado y quiere poder decir Misa al amanecer y ella y sus
acompañantes se pasan toda la noche, trabajando en casa extraña, con no sé qué
picos y azadones, a la luz de las velas, para arreglar un local para tener una
Misa bien digna. Y después de la Misa llegan los problemas eclesiástico–legales
y seguir modificando el resto.
Miras, ves, aprendes y te pones a soñar: Si Santa Teresa
lo hizo, yo quisiera ganarla. No en los resultados ni la fama, sino en la
intensidad del amor.