Debemos
dejarnos hablar al corazón por la Palabra de Dios, especialmente hoy, que es
domingo. Cada lectura debe darnos luz para nuestra vida habitual y nuestra vida
de oración.
“Supliqué, y se me concedió la
prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y
tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza.”
Al leer este texto de la primera lectura deberíamos
preguntarnos qué es para un cristiano la prudencia y la sabiduría.
Lo prudente es discernir a estilo ignaciano nuestras
decisiones. Una vez hecha la elección ir adelante a lo Santa Teresa de Jesús.
Con determinación y venciendo los obstáculos.
La sabiduría es ver a Dios en todos los acontecimientos de
la vida, y aceptarlos como regalos suyos. Preguntarse siempre qué es lo que
quiere Dios con el regalo que me ha dado. No nos confundamos, una enfermedad
también es un regalo de Dios, una oportunidad que nos da para realizar algo
grande.
“Por la mañana sácianos de tu
misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y
júbilo.”
Si somos prudentes y sabios seremos alegres en todos los
acontecimientos de la vida. Veremos con nuestros ojos la misericordia que tiene
Dios con nosotros. La misericordia de Dios nos sacia, nos llena y
experimentamos el júbilo y la paz del corazón. Pidamos en la oración todos los
días que nos sacie de su misericordia.
“La palabra de Dios es viva y eficaz,
más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se
dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos, juzga los deseos e intenciones
del corazón.”
Dejémonos guiar por la palabra de Dios. Ilumina nuestros
deseos e intenciones para ir viviendo según Dios quiere para nosotros.
Si nos dejamos guiar por la Palabra de Dios nuestros
deseos e intenciones se irán purificando poco a poco. Nuestros deseos irán
siendo los deseos de Dios y nuestras intenciones se irán conformando con las
intenciones divinas.
“Jesús se le quedó mirando con cariño
y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los
pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»
A estas palabras, él frunció el ceño
y se marchó pesaroso, porque era muy rico.”
Jesús nos sigue mirando con cariño pidiéndonos que vendamos
aquello que nos aleja de Él y nos impide seguirlo.
Seamos valientes, prudentes y sabios para ir dejando todo
aquello que nos impide ser realmente felices. Solo seremos felices de verdad si
respondemos sí a Dios y le seguimos guiados por la Palabra de Dios.