Mañana es primer viernes de mes y además tenemos encima la Semana Santa. En nuestra oración tendrá mucha importancia el mirar a Jesús en su pasión.
Vamos a fijarnos en el texto de la primera lectura, al principio en la primera mitad y le vamos a aplicar a varias situaciones. Empieza por leértelo un par de veces.
Acechemos al justo,… nos echa en cara nuestros pecados,… lleva una vida distinta a los demás. En el fondo, está la envidia. No tanto el estar contento con nuestras cosas malas, sino la envidia al ver cómo actúa una persona buena. La definición de envidia es “dolor por el bien ajeno”. Tengo yo algo de eso cuando hablan bien de alguien, sobre todo de “aquella” persona en concreto, me molesta en mi interior. Entonces estoy en una situación parecida a la de los impíos. A mí me pasó alguna vez el tener un sentimiento extraño de rabia cuando hablaban bien de un tal Fernando que era una persona estupenda. Con el paso del tiempo me di cuenta de que tenía “más éxitos” que yo. “Era más bueno” y por eso le tenía resentimiento. Si descubro algo de esto en mí, tendré que tener cuidado pues enseguida se enquista en la psicología y sólo lo quita la gracia divina. Orar para que no me pase.
Supongamos que José es un profesor y estamos en época de confeccionar las tediosas programaciones. En este ejemplo, todos los demás profesores son un poco rácanos y las hacen mal y José se esfuerza en hacerlas bien y lo consigue. Si los demás efectivamente son mala gente, ¿qué piensan de José? Él se da cuenta. ¿Cómo actúa? ¿Qué le aconsejarías tú que hiciese? ¿Le harías alguna argumentación que tuviese que ver con Jesús? Si vives tu cristianismo coherentemente, a ti también te tendrá que pasar algo de esto y si no te pasa, malo.
Repasa de nuevo el texto, pero aplicado a Jesús. Parece asombroso que el escritor de este libro de la sabiduría ponga que ese justo se gloría de tener a Dios por Padre, que es Hijo de Dios. ¿Colaboro yo alguna vez con los impíos? Sí. Cuando soy malo, cuando no me manifiesto suficientemente como cristiano, cuando no tengo la alegría de la difundir el Evangelio.
Ahora puedes leerlo desde el corazón de la Virgen, antes y después de la Pasión.
Por último puedes leerlo con el corazón de Jesús que además camina hacia la muerte, justamente para salvar a los impíos, para salvarme a mí.