28 abril 2014. Lunes de la segunda semana de Pascua – Puntos de oración

NACER PARA ENTRAR
Celebrado ayer el domingo de la Divina Misericordia y la canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II, parece que el Espíritu nos quiere adentrar en este camino de abandono en la misericordia de Dios. Todo envuelto en el gozo y alegría de la Pascua, que nos sigue acompañando hasta que culmine nuestra peregrinación por la tierra.
Un hecho histórico de tal envergadura en la Iglesia marca necesariamente nuestra relación íntima con Dios.
Dos hombres llenos de Dios que han marcado el rumbo de la Iglesia en los últimos tiempos. Nos ayudan a este nuevo nacimiento que se da permanentemente en el cristianismo y en cada uno en particular.
Pedimos la fuerza de lo alto para que nuestra oración de este día no se centre en nosotros, sino en Dios, como hicieron estos dos grandes Pontífices. Imploramos también la intercesión de María para que, siendo todo suyos, podamos corresponder al amor misericordioso de nuestro Dios.
En el Evangelio de este día se da este diálogo tan profundo entre Jesús y Nicodemo, del que podemos sacar unos puntos para meditar:
·  Nicodemo fue a ver a Jesús. Primer paso siempre necesario. Es salir de nosotros mismos para un encuentro.
·  Fue de noche. No estaba del todo firme para hacerlo a plena luz del día. La noche todavía formaba parte de su vida. Necesitaba una luz que le quitara toda duda. ¿No tengo yo muchas oscuridades, noches, que necesitan ser alumbradas?
·  Reconocía que Jesús venía de Dios. Porque nadie hace los signos que hace Jesús, o sea, los milagros si Dios no está con él. Reconocer la acción de Dios es un camino de acercamiento.
·  Jesús le invita a nacer de nuevo. Esta es la llamada permanente que el Señor nos hace cada día y en cada momento. Tengo que nacer de nuevo, renovarme, sanarme, purificarme, CONVERTIRME.
·  Este nuevo renacer me acerca al Reino de Dios. Un Reino que se me da misericordiosamente, pero al que se accede por el nuevo nacimiento, esto es, por la conversión.
·  El nuevo nacimiento se da por el agua y el Espíritu. Es una acción de Dios. Experimentamos nuestra impotencia para este cambio. Dios mismo la lleva a cabo. Y nos hace andar, mirar, pensar, amar…de una manera distinta, con los criterios de Dios.
Pidamos al Señor en el coloquio final de la oración que nos ayude a este nacimiento, fruto de la gracia.
Con María, mujer sencilla y dócil a la acción del Espíritu, podremos nacer a la novedad permanente que es el Evangelio de Jesucristo.


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