Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
Es lunes de Pascua y desde la Vigilia Pascual hemos sido testigos de la resurrección de Jesucristo. Con la resurrección nuestro Señor ha vencido a la muerte y al pecado, volviendo a la vida y liberándonos de nuestras ataduras. Al igual que San Pedro, hemos sido testigos de ello y como él hemos de dar testimonio de lo que hemos visto y oído. Que los hombres son libres porque Jesús con su resurrección les ha liberado. Debemos tomar conciencia y ponernos al servicio de Dios, sirviéndole como altavoz, para llevar esta buena noticia a las personas que nos rodean y darles Esperanza y una razón para vivir, para que hallen un sentido a sus vidas, un horizonte de Verdad. Además de esa actitud audaz, como la que tenía San Pedro, debemos manifestar esa buena nueva con la alegría con que lo hicieron las mujeres que marcharon aprisa del sepulcro para anunciarlo a los discípulos.
Por lo tanto nuestro anuncio tiene que poseer estas dos características: Audacia y Alegría. Audacia basada en la confianza que tenemos en Dios y Alegría porque nuestra vida se ha llenado de sentido por la resurrección de nuestro Señor.
Examinemos nuestro corazón y pidámosle al Señor, por intercesión de nuestra Madre, que nos dé esas dos actitudes en nuestra vida para poder ponernos al servicio del Señor y de la Iglesia en la extensión del Evangelio.