Nos acercamos a la Semana Santa; mañana es ya Viernes de Dolores. Las lecturas del Evangelio nos van mostrando el acoso creciente a Jesús. En las de hoy y mañana, incluso llegan a coger piedras para tirárselas. Pidamos luz al Espíritu Santo para que nos abra los ojos y los oídos, a fin de que veamos y escuchemos a Jesús, y para que nos alcance conocimiento interno del Señor: que conociéndole más le amemos y le sigamos. Fijémonos en algunos detalles del pasaje. Acudiremos a los santos Padres y al santo Padre el Papa Francisco para iluminarlos:
1. Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre. ¿Quién vivirá sin ver la muerte?, pregunta el Salmo 89. Responde Jesús: el que guarde mi palabra. Escuchar la Palabra. Meditarla. Guardarla. Ponerla por obra. Son cuatro movimientos de una misma sinfonía.
Nos vale aquí el comentario del Papa en el ángelus del domingo pasado a la afirmación de Jesús Yo soy la Resurrección y la Vida: “nosotros creemos que la vida de aquel que cree en Jesús y sigue sus mandamientos, después de la muerte se transformará en una vida nueva, plena e inmortal. Como Jesús ha resucitado con su propio cuerpo, pero no ha regresado a una vida terrenal, así nosotros resucitaremos con nuestros cuerpos que serán transfigurados en cuerpos gloriosos. Él nos espera junto al Padre. Y la fuerza del Espíritu Santo, que Le ha resucitado, resucitará también a quien está con Él”. Vivir una vida nueva para siempre, es la aspiración del hombre de todas las épocas. Ni la ciencia, ni las filosofías, ni siquiera otras religiones: solo Jesús colma nuestra nostalgia de eternidad.
2. Ahora vemos que estás endemoniado ¿Por quién te tienes?... Es una muestra de las invectivas a Jesús en este pasaje ¿Qué sentiría cuando le acusaban de estar endemoniado? Él, que solo cumplía, más aún, que era la voluntad del Padre. De hecho -nos abre su interior aquí- su gloria viene del Padre: “El que me glorifica es mi Padre”.
3. Abraham saltaba de gozo pensando ver mi día. Antes que naciera Abrahán existo yo. Abraham aparece cinco veces en este pasaje. S. Juan Crisóstomo hace este paralelismo entre “el día” de Jesús y Abraham: “[Jesús] llamó su día al día de la crucifixión, el que prefiguró Abraham ofreciendo el carnero en vez de su hijo Isaac”. Los judíos y Jesús piensan en Abraham en distinta onda. Jesús va a cumplir el supremo sacrificio; el de Isaac era una prefiguración.
4. Entonces cogieron piedras para tirárselas. Adentrémonos en el conocimiento interno de Jesús. En el evangelio de la misa de mañana escucharemos de nuevo los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. ¿Qué siente Jesús en ese momento?: “Él les replicó: -Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?” Jesús se entrega por nosotros, y se lo pagamos intentando matarle. Dice san Agustín: “¿A dónde iba a recurrir la dureza de ellos, sino a sus semejantes (esto es, a las piedras)?”
5. ...Pero Jesús se escondió... Fijémonos en los ocultamientos de Jesús en el Evangelio. Treinta años en Nazaret; tantas veces en la vida pública... Fijémonos también en sus ocultamientos en nuestra vida: se esconde y se manifiesta cuando y como quiere, y nosotros debemos tener preparados los sentidos interiores para percibir su presencia en todo, en todos y siempre.
Comenta san Gregorio: “¿Y qué dio a entender el Señor escondiéndose, sino que su misma verdad se esconde de aquellos que desprecian sus preceptos? Y la verdad huye de aquella alma a quien no encuentra humilde”. Y san Agustín: “Como hombre huyó de las piedras, pero ¡ay de aquéllos, de cuyos corazones de piedra huye el Señor!
Oración final. Santa María de los Dolores: Tú que meditabas y guardabas la Palabra de Jesús en tu corazón, enséñanos a guardarla como Tú, para que su Palabra transfigure nuestros corazones de piedra, de modo que no veamos la muerte para siempre, sino que vivamos ya con Jesús una vida nueva, que se prolongue en la eternidad.