Para comenzar nuestra oración nos ponemos en la presencia del Señor, le pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos ayude a seguir creciendo en esta relación de amistad que es la oración.
Estrenamos mes de septiembre, que nos recuerda que el verano ya va tocando
a su fin; pues que aprovechemos para empezar el mes con el Señor. Aprovechemos
para agradecer al Señor todo lo vivido este verano y ofrecerle este curso que
empieza. Dedicar unos momentos a reconectar con Él si hemos estado algo más
ausentes durante estos meses o, simplemente, a compartir nuestras inquietudes
de inicio.
Hoy, en la primera lectura, se nos habla del Espíritu que viene de Dios,
para que conozcamos los dones que de Él recibimos. Me ha sorprendido bastante
esta frase, porque acompaña mucho para la oración de hoy. Puede que muchos
hayamos vivido un verano diferente y seguro que hemos recibido muchos dones de
Dios en él. Te invito a buscar y encontrar esos dones que hemos ido recibiendo
hoy mismo, la última semana, a lo largo del verano y que, muchas veces, si no
paramos, podemos no darnos cuenta de ellos. O simplemente, pedir que, poco a
poco, ese Espíritu de Dios, vaya calando en nosotros para que así, como dice el
apóstol, llegue a lo más íntimo de nosotros.
Por otro lado, el Evangelio nos narra un pasaje de Jesús con un endemoniado
al que libera. Leyendo este pasaje me ha venido a la mente un “demonio” muy
particular que muchas veces yo me pongo e, incluso, pongo a otros. El “demonio”
de lo imposible: esto es imposible para mí, yo no puedo con esto, de esta no
salimos… En cuántas ocasiones nos podemos enredar en miedos y olvidamos quién
de verdad tiene la autoridad y el poder. En el pasaje la gente se preguntaba
sorprendida qué tipo de palabra era aquella. Nosotros hemos tenido la gracia de
conocerla; que tengamos la gracia también de no olvidar que, verdaderamente, lo
puede todo.
Al final del rato de oración, reserva un tiempo para compartir con la
Virgen María, nuestra Madre, tus inquietudes que puedes ponerle a sus pies.