Empezamos la oración, como cada día,
haciendo silencio en el corazón, entrando en recogimiento. Acallamos el himno
de la Champions, que quizá
siga resonando en nuestra cabeza, y dejamos que la voz de Jesús resuene en
nuestro corazón.
Las lecturas de hoy son una
invitación a releer nuestra vida a la luz del amor de Dios, renovando la
meditación que hacemos en Ejercicios Espirituales. San Pablo relata al pueblo
su propia historia pero vista desde los ojos de quien confía en el Señor. El
relato se compone de los hechos históricos pero en cada uno de ellos se
menciona la acción de Dios. No es la historia del pueblo de Dios, sino la historia
de Dios con su pueblo. Así nosotros en este día de Pascua podemos volver la
vista atrás, hasta donde queramos y empezar a recorrer el camino que hemos
hecho contemplando la presencia de Dios en cada paso que hemos dado, en cada
circunstancia vivida positiva o negativa. Porque en todo ello estaba el Señor,
guiándonos, como a hijos suyos, miembros de su Iglesia, pueblo escogido.
Desde esta contemplación sólo puede
nacer el agradecimiento. Con el autor del salmo podemos “cantar eternamente las
misericordias del Señor” si estáis solos podéis hacerlo cantando de verdad y si
estáis con alguien preguntadle “¿puedo cantar las misericordias del Señor
CONTIGO?”.
Y así podemos estar un rato.
Disfrutando ante el Señor, sonriendo, sintiéndonos acompañados e infinitamente
amados. Dando gracias y cantando. Y esta oración podemos prolongarla durante
todo el día.