23 mayo 2017. Martes de la VI semana de Pascua – Puntos de oración

Al preparar, hoy, nuestra oración, caemos en la cuenta de las palabras de Jesús en el evangelio; conviene que me vaya para enviaros el Espíritu Santo. Es cierto. Lo necesitamos como el agua a la tierra reseca. Nuestra vida personal, de relación, de trabajo y en este caso, de la oración, serían vanos esfuerzos sin el apoyo del E. Santo.
Y nos encontramos, litúrgicamente hablando, disfrutando de Cristo resucitado y en el camino de espera para actualizar un año más esa venida del Espíritu. Por otra, estamos en el gran tiempo que anunció Jesús, “si me voy yo os lo enviaré”. Es decir, a través de la confirmación, la mayoría de nosotros, hemos recibido ya este don maravilloso.
En este marco amplio de la Pascua y del E. Santo, intentamos situar las lecturas que nos propone la Iglesia para el día de mañana.
En la primera, observamos la no imparcialidad de los magistrados sobre Pablo y Silas. De hecho, se dejan presionar por el pueblo y los sentencian a ser apaleados y meterlos en la cárcel. Y, por otra parte, vemos la fuerza de Dios moviendo cimientos, rompiendo cadenas y, algo sorprendente, se convierte el corazón de los que se hacen custodios de órdenes inicuas.
Asimismo, llama la atención los hechos que ocurren después de esa irrupción espiritual, “una sacudida tan violenta”. No sólo el momento, durante la noche, sino que se rompa todo (material y espiritualmente hablando); que los presos no escapen, que el carcelero pase de una actitud de suicidio a la de escucha, conversión y bautismo con toda su familia; que se ponga a curarles y servirles y que finalmente celebren una fiesta.
Ciertamente, parece que todo arranca de la oración; “Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios”. Prestemos atención porque esta actitud la tienen después de  molerlos a palos y que los metieran en la cárcel.         
Con estos antecedentes, las palabras del Salmo 132, adquieren una luz y fuerza especiales. Así, el dar gracias de todo corazón por ser escuchado y el acrecer el valor en el alma para sufrir por el nombre de Cristo. Todo, todo absolutamente, nace de esa misericordia eterna de Dios que le hace no abandonar la obra de sus manos, tú y yo.           
Decíamos al principio que, la oración de mañana, la situamos en clima de resurrección y venida del E. Santo. Por ello, meditar sobre el evangelio, nos puede dar luz y ampliar resonanciassobre esos dos acontecimientos en nuestras vidas.
Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor”. Jesús sigue la voluntad del Padre, sobre Él mismo y sobre nosotros. Ciertamente, nos cuesta que se nos quite “la vista y hermosura” de su presencia y ocurre que, “por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón”. En esta escalada espiritual, una privación (su presencia), lleva a un don sorprendente; el envío del Espíritu defensor.
¿Qué me pueden decir estas palabras de Jesús, tan llenas de misterio y realismo por otra parte? «Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado.». Tenemos, no sólo el rato de oración, sino todo el día para pedir luz, entenderlas e intentar llevarlas a la vida.
Quizás todo nos sea más fácil, entenderlo y vivirlo, desde el corazón de nuestra madre la Virgen. Ella nos animará a perseverar en la oración confiada; a ser mediadores para que otros descubran y alaben al Señor junto a nosotros; a hacernos recipientes vacíos de ego, pero llenos de súplica, confianza, servicio y “celebradores de fiesta” cuando la ocasión lo requiera. Como hizo el carcelero con Pablo y Silas.

“Santa María, alcánzanos el gozo de la Pascua; fe creciente, esperanza cierta, alegría desbordante, paz imperturbable y amor ardiente".

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