Nos encontramos a tan solo un día del
domingo de la Ascensión... ¡El
Señor se ha venido despidiendo a lo largo de toda esta semana, y como que no
nos hacemos a la idea de su pronta partida junto al Padre...!
El Año Litúrgico actualiza los
misterios de la vida de Cristo y
nos transmite los mismos sentimientos, y las mismas gracias que los mismos
conllevan...
No sé si somos conscientes de lo que
todo esto supone en nuestra vida espiritual, en nuestra vida cristiana.
Este producir y reproducir lo que Cristo vivió y nos alcanzó, desde su
Encarnación hasta Pentecostés...
Hoy Jesús en el Evangelio nos anima a
pedir al Padre en su nombre... Es
más, nos insiste en decirnos, que todavía no lo hemos hecho como debiéramos..,
y que por eso no hemos alcanzado la plenitud de la alegría...
"En aquel día pediréis en mi
nombre..." Estas
palabras del Maestro resuenan en nuestra oración personal como si aquel día
fuera hoy precisamente...
Y continua diciéndonos: "y no os digo que yo rogaré al
Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y
creéis que yo salí de Dios." ¿Os dais cuenta de lo que esto supone?
"El Padre mismo os quiere, nos quiere, porque vosotros me queréis..."
Nos encontramos inmersos en este océano del amor de Dios, y esto nos supera de
tal manera, que no acertamos a decir palabra alguna..., y solo somos capaces de
recibir amando...
Hagamos una
lista grande de peticiones en nuestra oración de hoy, pongamos en ella todo lo que deseamos
alcanzar, aquello de lo que tenemos más necesidad... Y al hacerlo, no nos
miremos solo a nosotros mismos, sino contemplemos un mundo de menesterosos del
Amor de Dios para interceder por ellos..., y entonces sí, nuestra alegría será
completa...
¡Salí del
Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre». Estas palabras, con las que termina el
Evangelio de este día, resumen la vida de Jesucristo..., y deberían resumir
también la vida de todo cristiano... Nosotros estamos en el mundo con una
misión que cumplir, llevémosla a feliz término, y que cuando nos toque dejar el
mundo y volver al Padre, podamos exclamar con Cristo: "Todo está cumplido…"