Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Romanos (12, 9-16b)
Hermanos: Que vuestra caridad no sea
una fingido; aborreciendo lo malo, apegaos a lo bueno. Amaos cordialmente unos
a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo; en la actividad,
no seáis negligentes; en el espíritu, manteneos fervorosos, sirviendo
constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres; manteneos firmes en
la tribulación, sed asiduos en la oración; compartid las necesidades de los
santos; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid,
sí, no maldigáis. Alegraos con los que están alegres; llorad con los que
lloran. Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones
de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde.
Salmo
responsorial (Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6)
R. Es grande en medio de ti el Santo de Israel.
R. Es grande en medio de ti el Santo de Israel.
El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. R.
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. R.
Dad gracias al Señor, invocad su
nombre, contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R.
proclamad que su nombre es excelso. R.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.» R.
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.» R.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (1, 39-56)
En aquellos días, María se levantó y se
puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa
de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de
María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y
levantando la voz, exclamo: «¡Bendita tú
entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre! ¿Quién soy yo para que me
visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la
criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma
la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha
mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: “su nombre es
santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él
hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del
trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de
bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia - como lo había prometido a nuestros padres - en
favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos
tres meses y después volvió a su casa.