“SUBIÓ DE PRISA A LA MONTAÑA”
¿Puede el sol subir más alto? ¿Y
puede quien porta al sol ascender más arriba?
Así podemos imaginar a Nuestra
Señora, pequeña en su humildad, pero revestida de luz interior, que brota del
Cristo que se gesta en sus entrañas.
Subir… campaña de marchas y
campamentos.
Subir a lo más alto de la vida
espiritual… ejercicios y convivencias.
¿Cómo subió María, si no
descendiendo? Abelardo en sus Meditaciones del mes de mayo relaciona la Virgen
en la Visitación con el cumplimiento perfecto del amor fraterno. Hay, pues, un
descender para ponerse al servicio de los demás, que es la cumbre del ascenso.
La Virgen en la Visitación toca el
límite de su pequeñez y proclama el Magníficat.
¡Curioso contraste! Quien
se sabe la más pequeña, y por tanto la más desapropiada, se siente también la
más amada, la elegida de Dios entre todas las mujeres. He aquí otra cima, también
predicada y vivida por Abelardo: Las manos vacías es la cumbre de la humildad,
que nos permite vivir en confianza.
Que Santa María de la Visitación nos
alcance vivir su Campaña con ansias de vivir y ofrecernos para la salvación de
nuestros hermanos.