26 mayo 2017. Viernes de la VI semana de Pascua – San Felipe Neri – Puntos de oración

Llegamos al final del mes de mayo, el mes más bello del año. María está siendo la protagonista de él. Por eso vamos a intentar leer las lecturas de hoy, desde su mirada.
Purifico mi oración antes de comenzar, le pido a Dios que haga Él lo que deseo pero soy incapaz de conseguir por mí mismo: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de vuestra divina majestad”.
En la primera lectura leemos cómo Pablo recibe la promesa de Jesús de que no sufrirá daño alguno, pues Él le acompaña y protege. Incluso llega el momento en que es acusado ante el procónsul, y cuando parece que una dura sentencia caerá sobre él, es absuelto de una forma sorprendente.
El salmo va en la misma línea: “el Señor nos somete los pueblos”, “Dios asciende entre aclamaciones”…
Y nos podríamos preguntar si ésta es la experiencia que nosotros tenemos De Dios en nuestra propia vida, y en el mundo en que vivimos. ¿Con Dios los problemas nunca nos tocan? ¿Se solucionan mágicamente? ¿Los pueblos, las sociedades, los gobiernos se someten a Dios, facilitan que las personas le den culto? Ciertamente no.
El Evangelio nos da la clave, pues parece ajustarse más a nuestra realidad: habla de que los cristianos lloran y se lamentan cuando el mundo ríe; habla de una alegría mundana que se vuelve llanto, y de un dolor de parto que se vuelve vida.
Pareciera como que hay una continua tensión en toda vida (también en la de los no creyentes) entre luces y sombras, claros y oscuros, sufrimientos y alegrías.
Pero en Jesús hay una promesa cierta: la Resurrección no es algo más, sino la clave de lectura que lo cambia todo en la vida, incluso la muerte.
Creer es esto: dejar que la luz de la promesa de Jesús se haga realidad en nosotros.
Contemplar la escena del Evangelio, y presentar ante el Señor aquello de nosotros que “necesita ser devuelto a la vida”. En la noche del mundo…, en los claroscuros de mi vida , Señor estás Tú.
Ya lo decía Benedicto XVI, al concluir los ejercicios espirituales para la curia romana, el 23 de febrero de 2013, antes del final de su pontificado.

Creer no es otra cosa que, en la noche del mundo, tocar la mano de Dios y así, en el silencio, escuchar la Palabra, ver el Amor.

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