En el pasaje del Evangelio aparece cómo la gente seguía e iba uniéndose
a Jesús, y también cómo los discípulos le preguntan por el significado de la
parábola. Esto es un buen reflejo de nuestra vida: seguimos a Jesús o, por lo
menos, lo intentamos, y muchas veces nos surgen preguntas y dudas. El primer
punto de hoy es este: preguntar a Jesús qué significa lo que no entendemos de lo
que se nos va proponiendo en nuestro día a día. Pedir luz y ayuda para
encontrar explicación a todas esas dudas que nos superan.
En segundo lugar, nos detenemos en la parábola. Cada vez que leo este pasaje deseo y pido ser la tierra la buena que dé fruto. Pero pocas veces caigo en la cuenta de que la tierra buena no aparece por arte de magia en el campo, sino que se trabaja y se limpia hasta que queda perfecta para sembrar. Con mi vida de fe es casi igual, lo único que, en vez de trabajar bajo el sol, tengo que rezar bajo la luz del sagrario y la palabra. O puede que mi mayor piedra a quitar sea encontrarle un hueco al rosario en mi horario. Que cada uno revise y prepare bien su campo, porque el sembrador nunca se cansa de empezar a sembrar de nuevo hasta que dé fruto.
