1ª lectura de hoy: tesoro actualísimo para un laico que vive su fe en medio
del mundo.
El profeta Ageo (su nombre significa “solemnidad”), forma parte del
pueblo elegido en tiempos de la cautividad babilónica. Después de 70 años de
vivir fuera de su tierra, con el edicto del rey Ciro de Persia, Israel retorna
a Judá. Y comenzaron a reconstruir el templo de Jerusalén, destruido años
antes.
La reconstrucción del templo, centro de la vida religiosa y social de Israel, se interrumpió, pues no había recursos ilimitados (nunca los hay, nunca tenemos tiempo para todo, especialmente para entrar, en medio de los quehaceres, asiduamente en el templo de nuestro corazón, donde habita y nos espera Dios). Y Ageo advierte a los israelitas de que no es el camino correcto abandonar el templo para construir la propia casa con lujo (estudios, trabajo, hobbies, amistades, descanso, comida, ropa...).
Hoy, la Palabra, nos anima a “pensar bien nuestra situación: ¿sembré, y no recogí; comí y bebí, y no me sacié; trabajé, y guardé el salario en saco roto…?” Estremece cómo radiografían estas palabras nuestra vida cuando posponemos adorar al Señor de las cosas, en pos de hacer las cosas de Dios.
Señor, que sea lógico, que viva para Ti, que no malgaste la vida adorando otros ídolos. Hoy es hora de volver a la tierra prometida, y reconstruir en mi corazón el templo de la adoración silenciosa a Ti.