Hoy nos va a ayudar a orar la joven
doctora de la Iglesia Teresa del Niño Jesús. Ella es también adalid, modelo y
protectora nuestra, según el deseo del P. Morales. Es también el XXII
aniversario de su partida al cielo, por lo que damos gracias a Dios por la vida
de nuestro fundador, por ser instrumento de Dios para impulsarnos a la
santidad. Comenta el Padre que santa Teresita “realiza el mayor invento, el más
sublime descubrimiento: santidad sencilla por caminito de abandono y
confianza”. Es el camino de la infancia espiritual, que nuestra santa encuentra
en la Palabra de Dios que hoy se nos propone en la Eucaristía: “El que se haga
pequeño como este niño…”
Nuestro afán de santidad es muchas
veces un deseo de ser grandes en el Reino de los cielos por nuestros propios
méritos, virtudes y hazañas realizadas. Teresa de Lisieaux elige el camino
contrario, hacerse pequeña: “Lo que le agrada a Dios en mi pobre alma, lo que
le agrada, es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que
tengo en su misericordia... Este es mi único tesoro… Mantengámonos, pues, muy
lejos de todo lo que brilla, amemos nuestra pequeñez, deseemos no sentir nada.
Entonces seremos pobres de espíritu y Jesús irá a buscarnos, por lejos que nos
encontremos, y nos transformará en llamas de amor...”
Precisamente lo que nos humilla, que
es vernos pobres y llenos de miserias, el constatar que el ideal de la santidad
está más allá de nuestras fuerzas, es lo que Teresita consideró como la gran
oportunidad de confiar y esperarlo todo del amor misericordioso de Dios. “La
sencillez, la infancia espiritual, el abandono filial: aquí está el atajo”,
comenta el P. Morales sobre el hallazgo que hizo la santa en la Palabra de
Dios.
Un aspecto concreto y muy práctico
que ella vivió es que no se desanimaba al ver su pobreza y debilidad, sino que
sacaba partido de todo para avanzar en el amor. Era muy positiva porque todo lo
veía desde el gran amor que Dios nos tiene. Diríamos que vivía la
“espiritualidad de las miserias”, como reflejan estas palabras suyas, en las
que nos cuenta cómo preparaba su encuentro con Jesús en la Comunión y cómo reaccionaba
al ver sus distracciones y el sueño que le invadía durante la acción de
gracias:
“Me imagino a mi alma como un terreno
libre, y pido a la Santísima Virgen que quite los escombros que pudieran
impedirle esa libertad. Luego le suplico que monte ella una gran tienda digna
del cielo y que la adorne con sus propias galas. Después invito a todos los
ángeles y santos a que vengan a dar un magnífico concierto. Y cuando Jesús baja
a mi corazón, me parece que está contento de verse tan bien recibido, y yo
estoy contenta también…
Pero todo esto no impide que las
distracciones y el sueño vengan a visitarme. Pero al terminar la acción de
gracias y ver que la he hecho tan mal, tomo la resolución de vivir todo el día
en una continua acción de gracias…
Ya ves, Madre querida, que Dios está
muy lejos de llevarme por el camino del temor. Sé encontrar siempre la forma de
ser feliz y de aprovecharme de mis miserias… Y estoy segura de que eso no le
disgusta a Jesús, pues él mismo parece animarme a seguir por ese camino…”
Su pequeñez la hacía pedir ayuda a la
Virgen para disponer su alma para recibir a Cristo. Sin duda que salía ganando
obrando así. Y luego transformaba sus miserias en ocasiones para amar a Jesús.
Piensa un momento en tus fallos, tus debilidades no pactadas, y pregúntate cómo
“aprovecharte” de ellas para aumentar en humildad, en confianza y en amor.
Pídele ayuda a santa Teresa del Niño Jesús para aprender a “encontrar siempre
la forma de ser feliz”. Esto sucede cuando vemos las cosas y a nosotros mismos
con los ojos misericordiosos de nuestro Padre del cielo.