28 septiembre 2016. Miércoles de la XXVI semana de T.O.- – San Wenceslao – Puntos de oración

Las lecturas de la misa de hoy son muy elocuentes y nos dejan muchas pistas sobre la relación que debemos tener con el Señor. La lectura continuada del libro de Job que estamos haciendo es una gozada para nuestro espíritu: te invito a escucharla todos los días con atención. Job está siendo vapuleado en todos los aspectos de su vida y sin embargo no reniega de su Dios que, primero todo se lo dio y después todo se lo quitó. En el texto que hemos leído hoy afirma que si Dios pasa a su lado y quiere tomar algo de él; ¿quién es él para negárselo?
El texto del Evangelio de hoy incide especialmente en la vocación: por el texto van desfilando personajes que quieren seguir al Señor pero le ponen determinadas condiciones que los incapacita para el reino de los cielos. Nos parecen unas condiciones duras, pero hay que entenderlas en su significado: A otro le dijo: “sígueme”. Él le respondió: “Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre”. Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios”. No podemos entender esta escena como que ha muerto el padre de este joven y Jesús le impide ir a enterrarlo; más bien este joven le plantea al Señor quedarse con su padre hasta que muera y luego ya lo seguirá. Es decir, poner impedimentos al seguimiento del Señor porque, en el fondo, no se quiere seguir al Señor: eso es lo que el Señor había detectado en ese joven. Cuando el Señor llama, es necesario dejarlo todo, incluso la letra a medio escribir, levantarse y seguir al Señor.
Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de los de mi casa”. Jesús le contestó: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de los cielos”.
Cuando se toma una decisión es necesario quemar las naves; como hizo Cortés en los momentos anteriores a la conquista de México. Se ha preparado una flota de diez barcos que han salido desde la Española y pretenden conquistar las tierras que están en el continente. Han desembarcado y en los primeros contactos con los indígenas la mayoría se da cuenta de la enorme dificultad que tiene la empresa, dudan y miran de reojo a las diez naves que se han quedado en la costa esperándoles. Cortés que se da cuenta y manda quemar nueve de las naves y ofrece la que queda a los miedosos que dudan; nadie se vuelve y manda quemar la nave que quedaba. Ahora ya no hay vuelta atrás, ya sólo es posible mirar hacia delante y estos hombres fueron capaces de llevar a cabo uno de los hechos más prodigiosos de la historia.
Analiza en tu vida cuáles son las diez naves que te impiden mirar hacia delante y quémalas. Mira a Jesús y rompe los hilillos y las cadenas que aún te sujetan a tu vida pasada. Es posible que hayas hecho entrega de tu vida al Señor y sin embargo le estás negando ese caprichillo que te tiene absorbido. Mira a la Virgen.

Ella jamás miró hacia atrás. El ejemplo de la Madre nos tiene que ayudar. Fíjate, en una cosa nosotros somos superiores a la Virgen y es que Ella no tuvo a la Virgen María que la consoló, que le dio fuerzas y le animó a seguir luchando continuamente. Pídele ayuda.

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