Lectura de la profecía de Isaías
(66,10-14c)
Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis
luto; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las
delicias de sus ubres abundantes. Porque así dice el Señor: Yo haré derivar
hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de
las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las
acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y
en Jerusalén seréis consolados. Al verlo se alegrará vuestro corazón y vuestros
huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus
siervos.
Salmo responsorial (Sal 130,1.2.3)
R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni
mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas que superan mi capacidad. R.
no pretendo grandezas que superan mi capacidad. R.
Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre. R.
como un niño en brazos de su madre. R.
Espere Israel en el Señor ahora y por
siempre. R.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (18,1-4)
En aquel momento, se acercaron los
discípulos a Jesús y le preguntaron: -«¿Quién es el más importante en el reino
de los cielos?» Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: -«Os aseguro que,
si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por
tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino
de los cielos.»