12 septiembre 2016. Lunes de la XXIV del T.O. – Dulce Nombre de María – Puntos de oración

Hoy celebramos la memoria del nombre de María. El nombre tiene una gran importancia en la Biblia. Esta realidad no es de extrañar por el alto valor antropológico del nombre en la relación entre las personas. Por el nombre, el rostro, la voz reconocemos a las personas. El nombre nos permite comunicarnos con alguien. En la virtud de la religión el nombre nos permite invocar a Dios tal y como se nos a revelado, identificándole. También a aquellos que Dios ha puesto como mediadores. En la tradición cristiana el nombre más importante es el de Jesús y junto a él el de María que hoy recordamos.
Esta canción, llena de cariño, nos puede servir de oración. Podemos añadir nuestra propia letanía de cariño a nuestra madre del cielo. Con san Bernardo podemos constatar el valor de invocar a María; ella es puerto seguro de salvación. El santo comenta las palabras del evangelista Lucas: “y el nombre de la virgen era María”. Si tienes tiempo léelo despacio, saboréalo, identifícate con el santo, experimentaras la verdad de sus palabras en tu vida:
“Decimos algunas palabras sobre este nombre que se traduce como "Estrella del mar" y que conviene perfectamente a la Virgen María.
Se la compara a un astro que difunde su luz sin disminuir de intensidad, así como la Virgen da a luz a su hijo sin perder nada de su pureza virginal.
Los rayos no disminuyen la luminiscencia del astro y el Hijo no quita nada a la integridad de la Virgen.
Ella es esta noble estrella salida de Jacob, cuyos rayos iluminan el universo entero, brillan en los cielos y penetran hasta en los abismos. Ella irradia la tierra, calienta las almas en vez de los cuerpos, favorece el desarrollo de las virtudes y consume los vicios.
Ella es esta estrella bonita y maravillosa que tenía que mostrarse sobre los mares inmensos con la brillantez de sus méritos y la luz de su ejemplo.
Quienquiera que seas, en este mar que es el mundo, tú, que antes de pisar la tierra firme te sientes zozobrando en el medio de huracanes y tempestades; no alejes nunca tus ojos de la luz de este astro, si no quieres verte inmediatamente sumergido de las olas de la marea. Si el viento de las tentaciones te asalta, si se te interponen los escollos de la desgracia, mira a la Estrella, preséntate a María.
Si la cólera, la avaricia y la seducción de la carne hacen zozobrar la frágil barca de tu alma, dirige tu mirada a María.
Cuando, atormentado por la enormidad y atrocidad de tus culpas, avergonzado de las miserias de tu conciencia, aterrorizado por la amenaza del juicio, comiences a sentirte amenazado por el abismo de la tristeza y la desesperación, piensa en María.
En los peligros, en la angustia, en la incertidumbre, invoca a María.

Que su nombre nunca abandone tus labios y tu corazón. Y para obtener el sostén de su oración no ceses de imitar el ejemplo de su vida.

Siguiéndola no te perderás; orándole no conocerás la desesperación; pensando en ella no errarás. Si ella te sostiene, no te hundirás; si ella te protege, no tendrás temor de nada. Debajo de su guía no se teme la fatiga; con su protección alcanzarás el puerto.
Tú probarás entonces, con tu experiencia personal, cuánta verdad había en aquellas palabras: "El nombre de la Virgen era María".

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