El Evangelio de hoy comienza diciendo
que la gente se agolpaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios.
Hermosa composición de lugar para iniciar nuestra oración: nos acercamos a
Jesús para escuchar su Palabra. Y es tanto el gentío que se sube a una barca en
la orilla del lago de Genesaret. Es la barca de Simón que será Pedro, con lo
que ya se está anunciando que la “barca de Pedro”, la Iglesia, es la cátedra de
Jesús, el lugar desde el que anuncia su Palabra… El milagro de la pesca
milagrosa nos muestra a Jesús como Señor de la Creación, que obedece a su
Palabra.
El viento, la tormenta, las aguas y
cuanto bulle en ellas son suyos: “Del Señor es la tierra y cuanto la llena”,
rezamos con el salmo responsorial. Cuando estuve en Tierra Santa saqué esta
foto en el momento de amanecer sobre el lago en que sucedió el hecho que nos
transmite el evangelio de hoy. El mar de Galilea es un lugar de gran belleza
natural.
Contemplando a Jesús, el Verbo
encarnado, como centro de la Creación, meditamos hoy en la Jornada de oración
por el cuidado de la creación, instituida por el Papa Francisco el año pasado.
Las palabras de san Pablo en la 1ª lectura nos invitan a considerar que “todo
es vuestro: … el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es
vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios”. Dios ha puesto en nuestras
manos la creación, pero no para que seamos sus dueños, sino sus custodios:
“No somos Dios. La tierra nos precede y
nos ha sido dada… Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que
necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de
garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras.
Porque, en definitiva, «la tierra es del Señor » (Sal 24,1), a él
pertenece « la tierra y cuanto hay en ella » (Dt10,14). Por eso, Dios
niega toda pretensión de propiedad absoluta” (Laudato si’ 67).
Hoy nuestra oración, en sintonía con el
mensaje que Jesús nos dirige desde la “barca de Pedro”, ha de ser un dar
gracias a Dios por la maravillosa obra que él ha confiado a nuestro cuidado.
Nuestra vocación, insiste el Papa, es ser custodios de la creación. Hoy también
hemos de pedir a Dios “su ayuda para la protección de la creación y su
misericordia por los pecados cometidos contra el mundo en el que vivimos”
(Carta del Papa convocando a la Jornada). Nos sentimos unidos a la Iglesia
ortodoxa, de quien proviene esta iniciativa, por lo que es una “ocasión para
testimoniar nuestra creciente comunión con los hermanos ortodoxos”.
Oramos a la Trinidad, con palabras de la
Encíclica Laudato sí:
Te alabamos, Padre, con todas tus
criaturas, que salieron de tu mano poderosa.
Son tuyas, y están llenas de tu presencia y de tu ternura. Alabado seas.
Son tuyas, y están llenas de tu presencia y de tu ternura. Alabado seas.
Hijo de Dios, Jesús, por ti fueron
creadas todas las cosas.
Te formaste en el seno materno de María, te hiciste parte de esta tierra,
y miraste este mundo con ojos humanos.
Hoy estás vivo en cada criatura con tu gloria de resucitado.
Alabado seas.
Te formaste en el seno materno de María, te hiciste parte de esta tierra,
y miraste este mundo con ojos humanos.
Hoy estás vivo en cada criatura con tu gloria de resucitado.
Alabado seas.
Espíritu Santo, que con tu
luz orientas este mundo hacia el amor del Padre
y acompañas el gemido de la creación,
tú vives también en nuestros corazones para impulsarnos al bien.
Alabado seas.
y acompañas el gemido de la creación,
tú vives también en nuestros corazones para impulsarnos al bien.
Alabado seas.