9 septiembre 2016. Viernes de la XXIII semana de T.O. – San Pedro Claver – Puntos de oración

Para preparar las ideas la oración de este día he recurrido a algunos libros y al propio evangelio, y he pedido al Señor que me inspire algo durante este momento de oración ante el sagrario.
Celebramos la festividad del gran misionero San Pedro Claver, junto con la de Santa María de la Cabeza y la de Ntra. Señora de Aránzazu.
Es impresionante la vida de este santo, San Pedro Claver S.J. (Verdú, junio de 1580 —Cartagena de Indias, 9 de septiembre de 1654), cuyo nombre de nacimiento fue Pedro Claver Corberó; fue un misionero y sacerdote jesuita español que pasó a la posteridad por su entrega a aliviar el sufrimiento de los esclavos del puerto negrero de Cartagena de Indias, donde vivió la mayor parte de su vida. Se apodó a sí mismo el «esclavo de los negros».
Tímido y sencillo, catalán corto en palabras y largo en hechos, Pedro Claver Corberó, es una de las figuras del cristianismo más apasionantes y arriesgadas del siglo XVII, cuya vida se desarrolló en el colorido contexto de aventuras, pasiones e injusticias del puerto negrero de Cartagena de Indias, centro de dramáticos conflictos morales y sociales. Su entrega abnegada a los negros bozales, de los que los teólogos de esa época discutían incluso si poseían alma, es un modelo admirable de la praxis cristiana del amor y del ejercicio de los derechos humanos, de los que se lo declaró «defensor» en 1985. Se lo honra como patrono de los esclavos, y desde 1896 como patrono de las misiones entre los negros. Se le considera un ejemplo heroico de lo que debe ser el amor por los más pobres y marginados.
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Esto lo cumplió este santo: anunciándolo de balde, sin usar el derecho que le da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como fue, se hizo esclavo de todos para ganar a los más posibles.
En la parábola del ciego que guía a otro ciego, Jesús advierte contra el celo indiscreto de erigirse en guías y maestros de otros sin haberse previamente liberado de los propios obstáculos para ver. Pocos tan importantes como los prejuicios, visiones de la realidad en los que estamos instalados. Su peligro mayor es que hacen aparecer como normal y hasta bueno algo que, visto sin esos cristales deformantes, resulta ser una aberración ¿Acaso estos no son hombres? Tuvieron que preguntar los misioneros más lúcidos a los encomenderos, cegados por el prejuicio de la superioridad de la propia cultura. La parábola del ciego es una invitación a la práctica del discernimiento. Para ejercitarla es indispensable introducir en nuestra mirada a la realidad la luz de la fe, única capaz de disipar oscuridades.
¡Qué deseables son tus moradas Señor del universo!

Que este tiempo dedicado a nuestra reflexión contemplemos con alegría al Señor del universo. Que no nos cansemos por llegar a la meta anunciando el tesoro del evangelio, siguiendo el ejemplo de San Pedro Claver, empujados con la ayuda de la Virgen María.

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