Para preparar las ideas la oración de este día he recurrido a algunos
libros y al propio evangelio, y he pedido al Señor que me inspire algo durante
este momento de oración ante el sagrario.
Celebramos
la festividad del gran misionero San Pedro Claver, junto con la de Santa María
de la Cabeza y la de Ntra. Señora de Aránzazu.
Es
impresionante la vida de este santo, San
Pedro Claver S.J. (Verdú, junio de 1580 —Cartagena de
Indias, 9 de septiembre de 1654), cuyo nombre de nacimiento
fue Pedro Claver Corberó; fue un misionero y
sacerdote jesuita español que pasó a la posteridad por su
entrega a aliviar el sufrimiento de los esclavos del puerto negrero
de Cartagena de Indias, donde vivió la mayor parte de su vida. Se
apodó a sí mismo el «esclavo de los negros».
Tímido y sencillo, catalán corto en
palabras y largo en hechos, Pedro Claver Corberó, es una de las figuras del
cristianismo más apasionantes y arriesgadas del siglo XVII, cuya vida se
desarrolló en el colorido contexto de aventuras, pasiones e injusticias del
puerto negrero de Cartagena de Indias, centro de dramáticos conflictos
morales y sociales. Su entrega abnegada a los negros bozales, de los que los
teólogos de esa época discutían incluso si poseían alma, es un modelo
admirable de la praxis cristiana del amor y del ejercicio de los derechos
humanos, de los que se lo declaró «defensor» en 1985. Se lo honra
como patrono de los esclavos, y desde 1896 como patrono de las
misiones entre los negros. Se le considera un ejemplo heroico de lo que debe
ser el amor por los más pobres y marginados.
El hecho de predicar no es para mí
motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el
Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero,
si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es
la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin
usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Esto lo cumplió este santo: anunciándolo de balde, sin
usar el derecho que le da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre
como fue, se hizo esclavo de todos para ganar a los más posibles.
En la parábola del ciego que guía a
otro ciego, Jesús advierte contra el celo indiscreto de erigirse en guías y
maestros de otros sin haberse previamente liberado de los propios obstáculos
para ver. Pocos tan importantes como los prejuicios, visiones de la realidad en
los que estamos instalados. Su peligro mayor es que hacen aparecer como normal
y hasta bueno algo que, visto sin esos cristales deformantes, resulta ser una
aberración ¿Acaso estos no son hombres? Tuvieron que preguntar los misioneros
más lúcidos a los encomenderos, cegados por el prejuicio de la superioridad de
la propia cultura. La parábola del ciego es una invitación a la práctica del
discernimiento. Para ejercitarla es indispensable introducir en nuestra mirada
a la realidad la luz de la fe, única capaz de disipar oscuridades.
¡Qué deseables son tus moradas Señor
del universo!
Que este tiempo dedicado a nuestra
reflexión contemplemos con alegría al Señor del universo. Que no nos cansemos
por llegar a la meta anunciando el tesoro del evangelio, siguiendo el ejemplo
de San Pedro Claver, empujados con la ayuda de la Virgen María.