5 septiembre 2016. Lunes de la XXIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración.

Pocos momentos hay en el año como el que estamos viviendo, el final del verano y el comienzo del curso. Quizás, como ya es casi una enfermedad crónica, estemos viviéndolo superficialmente, con la sensación esa de ‘bueno, pues otra vez más’ y, entre el ajetreo de la vida, no seamos conscientes de su verdadera profundidad.
Quizás también podamos caer en la tentación de convertir nuestra oración diaria en un momento de queja, motivos para quejarse al inicio de curso suele haber muchos (en general, en la vida también) y el único momento para desahogarnos puede ser la oración.
Y otra tentación posible en este tiempo puede ser la de volver a convertir nuestra vida en rutina monótona (en el sentido negativo de la palabra), entrar en ese círculo vicioso que carcome la vida si uno no la vive desde Cristo.
Así que en la oración de hoy os propongo, para evitar estas tres cosas, dos acciones sencillas: dar gracias (mirando al pasado) y hacer oración de intercesión (mirando al futuro).
Primeramente, acabamos de pasar un verano lleno de gracias de Dios, lo único que debería estar repitiéndose en nuestro corazón día y noche sería “gracias, Señor, por tus misericordias”. Que pasemos un rato largo de nuestra oración dando gracias al Señor por tanto bien recibido, al estilo de la ignaciana ‘contemplación para alcanzar amor’, y cantemos (al que le ayude cantar) la carmelitana canción “Gracias, Señor, por tus misericordias” pasando por el corazón todo lo que el Señor nos ha regalado estos meses.
Segundo, interceder. Podemos pasar un rato también rezando por nuestros amigos y hermanos más cercanos, por todas aquellas personas que sabemos que necesitan de nuestra oración, por los que en este curso nos van a acompañar en el trabajo y en la vida, por todos los que nos han pedido oraciones. Y también con corazón universal: recemos por las intenciones del Santo Padre (¿sabemos cuáles son las de este mes?), por la paz mundial que tan amenazada está hoy, por nuestros hermanos perseguidos… Y tantas intenciones como hay en el mundo.
Tercero. Me diréis: ‘¿y esto qué tiene que ver con la Palabra de Dios de hoy?’. Muy fácil, el Señor nos advierte en el Evangelio que nuestros criterios humanos (el sábado) siguen todavía muy lejos de los criterios de Dios (hacer el bien, salvar), que tenemos que olvidarnos de nuestra lógica humana y torpe para acercarnos cada vez más a la lógica de Dios, de la Misericordia y del Amor. El Señor te hace a ti también esa pregunta: “¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?”, concrétala en tu vida, ¿qué tienes todavía que colocar para que Dios actúe plenamente en ti?

Y es que todos tenemos nuestras parálisis y, gracias a Dios, el Señor sabe cómo curarlas a través de su gracia. Todo depende de empezar a olvidarnos de nosotros mismos y empezar a fijar nuestros ojos en Él, en su Misericordia.

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