15 septiembre 2016. Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores – Puntos de oración

La fiesta más conmovedora par un cristiano y más para un militante
Entre todas las de la Virgen, es quizá esta fiesta la más conmovedora para un cristiano y para un militante. Además, la que mejor retrata lo que es su vocación. Estar con María junto a la cruz. El militante, portador de la cruz. Nuevo cirineo. Camina tras Jesús por la vía dolorosa que es la vida. En la mirada resignada y doliente de la Virgen, encuentra, como Jesús, el aliento para llegar con Cristo hasta la cruz y resucitar con Él.
“Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre”. Así empieza el evangelio, así se inicia la misa de mañana. Todos los días es Viernes Santo sobre nuestros altares. Pero mañana, en unión con María, deben los cristiano (militantes) vivir con más intimidad que nunca el santo sacrificio. A una con la Virgen, se ofrecen por la salvación de las almas.
Por primera vez, la Virgen nos abraza como hijos. Cristo acaba de promulgar su maternidad sobre nosotros. Viendo, pues, Jesús a su Madre... Estarían sus ojos cerrados, agobiados por el dolor. Pero ahora los entreabre. La mirada ensangrentada de Jesús se posa por un momento en María y en el discípulo amado. Se dilata para abarcar a los militantes de ella, a la multitud de hombres de todos los siglos.
Vio Jesús a su Madre y a sus militantes y a mí, que también soy un discípulo amado. A imitación de Juan, estamos de pie. “¡Mujer, he ahí a tu hijo!”. Y luego dice al discípulo: “¡He ahí tu Madre!”. Se ha proclamado la maternidad humana de María. 
María es, por los sufrimientos de su alma, Madre de todos
La maternidad universal de la Virgen se promulga destrozando su corazón, acribillándolo de dolores. San Buenaventura dice: “Nos dio a luz sufriendo sin medida en la pasión de su Hijo”. La misma idea que, años después, expresará San Antonio de Florencia: “Así como Cristo nos engendró con la palabra de verdad, así la Virgen nos engendró y dio a luz compadeciendo a su Hijo con dolores sin igual”. Estos son los dolores que hoy conmemoramos. Los recordamos con amor y agradecimiento a su lado, junto a la cruz.
Montamos guardia al lado de María al pie de la cruz de Jesús, evocando la soledad acogedora de tantos monasterios en que las vírgenes actuales se inmolan. En este día, agradezcamos a la Madre querida su colaboración, llena de dolores y rebosante de amor. Ella nos hace nacer. María cooperó con su amor para que fuésemos alumbrados, por la divina misericordia, en el Cuerpo místico, Iglesia de Dios. Así, la Virgen, “por la carne, Madre de nuestra Cabeza, Cristo, es, por los sufrimientos de su alma, Madre de todos sus miembros” (San Agustín).
Celebrar con veneración los dolores de la Virgen para conseguir el efecto feliz de la pasión de Jesús. Es el objetivo que quiere la Iglesia alcanzar para sus hijos. Así se pide al Padre en la oración de la misa. La Cruzada, los militantes y todos los de su entorno, más apretados que nunca al ladito de María, quieren celebrar con veneración profunda sus sufrimientos para conseguir la santidad, fruto de la pasión de Cristo y meta de su vocación.

(Inspirado en “Itinerario Litúrgico”, pp. 561-562)

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