Mañana sábado celebramos la última de
las fiestas marianas de nuestra Campaña de la Visitación, Nuestra Señora de la
Merced, llamada también: Nuestra
Señora de la Misericordia. Se podría decir que celebraremos la Fiesta de la
Patrona del Año Jubilar en el que estamos inmersos. Es un buen momento para
entrar en presencia de la Madre de la Misericordia y darle gracias por todos
los beneficios que, a través de Ella, el Señor está derramando en nosotros y en
toda la Iglesia en lo que va de este tiempo de gracia.
Las lecturas que nos ofrece la
liturgia en este día nos interpelan de tal forma que nos hacen elevar la mirada
hacía el fin último de nuestra vida, para recordarnos de que somos peregrinos en esta tierra,
que nada es eterno… sólo
Dios, que nuestra vida pasa y que debemos vivirla con intensidad, haciendo
el mayor bien al mayor número.
El libro de Eclesiastés o Qohélet nos
sorprende siempre con la belleza y la profundidad de sus poemas, cargados de
sensatez y sabiduría, no por nada atribuyen su autoría al rey Salomón. La
juventud es la etapa de la vida donde se forjan los grandes ideales, donde nace
en el corazón un impulso interior para darlo todo, y es esa la imagen que utiliza
el autor del texto para darnos una enseñanza: “Disfruta mientras eres
muchacho y pásalo bien en la juventud; déjate llevar del corazón, de lo que
atrae a los ojos; pero a sabiendas que Dios te llevará a juicio para dar cuenta
de todo”… en la vida de fe, el amor de Dios nos mantiene siempre jóvenes en
el Espíritu. Podrías preguntarte en este rato de oración, ¿Siento esa vitalidad
juvenil en mi vida? ¿Cómo esta ese ímpetu de mis años de juventud?, o si soy
joven en edad ¿Vivo con intensidad mi juventud, haciendo que otros se
beneficien de ella?, o ¿Vivo mi juventud egoístamente?... El Amor que nos hace
siempre jóvenes nos invita a disfrutar positivamente de la vida, a dejarnos
llevar por nuestro corazón “misericordiado” (Como diría el Papa Francisco) y a dejarnos
atraer por la belleza de la creación… “Acuérdate
de tu Hacedor durante tu juventud, antes de que lleguen los días aciagos y
alcances los años en que dirás: «No les saco gusto.» Antes de que se oscurezca
la luz del sol, la luna y las estrellas, y a la lluvia siga el nublado”… Y AHORA
es el tiempo propicio, en el amanecer de tu vida, con juventud renovada,
para poner a Dios en el centro de todo, antes de dejar este mundo y llegar al
encuentro definitivo con Él. Porque la vida del hombre es “como hierba que
se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y
se seca…” sería de mucho
provecho profundizar en esas palabras que nos propone el salmo 89 y tomar
conciencia de que estamos en
las manos misericordiosas del Padre, que vivimos por pura providencia.
Pero muchas veces nos pasa como a los
discípulos de Jesús en el Evangelio: nos deslumbra el éxito, nos atraen las
modas, nos esforzamos por el “bien-estar” de una vida acomodada, y cuando menos
lo pensamos, ya nos hemos instalado de tal forma que pareciera esperamos tener
morada eterna aquí en la tierra. Entonces es cuando viene Jesús y nos dice: “Meteos bien esto en la cabeza: al
Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres”, es decir, “Todo
esto se acaba”. Pero no logramos entenderle, nos parecen oscuras sus palabras y
nos da miedo enterarnos. Para “meterme bien esto en la cabeza” la petición
salmo es precisa: “Señor, Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato”.
Al terminar la oración volvamos con
el corazón nuevamente a la Madre, pidámosla nos conceda caminar desprendidos de
la vanidad del mundo y nos haga vivir con intensidad la recta final de su
Campaña.