1 noviembre 2016. Solemnidad de Todos los Santos – Puntos de oración

Nos ayuda a iniciar nuestra oración lo que la Iglesia pide en la Misa de este día: “Dios todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los Santos, concédenos, por eta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor”. Se presenta en esta oración a los Santos como una “multitud de intercesores” para alcanzar misericordia. Podemos recordar a esos santos concretos que son para cada uno “amigos” y modelos, con los que tenemos una especial relación, porque nos han ayudado su ejemplo o sus escritos o hemos sentido su ayuda. Les pedimos con confianza que nos ayuden en el camino de la santidad.
Mediante este rato de oración nos preparamos interiormente para participar con fe viva en la Eucaristía de este día de precepto. Nuestra liturgia en la tierra se asocia a la alabanza continua de nuestros hermanos que ya han llegado a la Jerusalén celestial y contemplan gozosos el rostro de Dios. La primera lectura de hoy se asoma a esa liturgia del cielo en la que los redimidos por la sangre de Cristo, “vestidos con vestiduras blancas y palmas en las manos”, aclaman: “La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos”. Hoy podemos vivir la Eucaristía conscientes de nuestra unión con los santos, alabando con ellos a la Trinidad Santísima, sintiendo su intercesión por nosotros.
En la plegaria eucarística, después de la consagración siempre pedimos ser asociados a los santos en el cielo, encabezados por la Virgen Madre de Dios:
“Que Él (Cristo) nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre su ayuda” (Plegaria III).
“Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas” (Plegaria II).
Así, saboreando la Misa de este día como anticipo de cielo, nos llenaremos de deseos de santidad y de confianza al ver que tantos hombres y mujeres, débiles y pecadores como nosotros, han alcanzado la gloria del cielo por la misericordia del cielo:

“Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, que confiamos en tu infinita misericordia, acéptanos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires... y de todos los santos; y acéptanos en su compañía, no por nuestros méritos sino conforme a tu bondad” (Plegaria I).

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