En este día celebra toda la Iglesia a San Ignacio de
Antioquía y es el día internacional para la erradicación de la pobreza. Dos
dimensiones, el martirio al que debe
estar dispuesto cada cristiano, más en el momento actual en el que se
están dando tantos casos de sacerdotes y laicos que están conmoviendo la
opinión mundial, prueba de una Iglesia Viva que hace
presente a Dios y su amor a los hombres por encima de todo, y la pobreza signo inefable de su amor que se hizo
pobre para enriquecernos a todos.
Ya sería bastante para nuestra
oración de hoy, contemplara a san Ignacio camino de Roma, deseando ser” trigo
molido en los dientes de las fieras, para convertirse en pan purísimo de
Cristo” que no quería que se lo impidieran los primeros cristianos. O la
pobreza en Nazaret, Belén o la Cruz.
Pero el texto de la primera lectura
de hoy de la carta de san Pablo a los efesios, merece que nos detengamos a
releerla y más en este Año de la Misericordia a punto de acabar.
“Hubo un tiempo en que estabais
muertos por vuestras culpas
y pecados,…”Así tenemos que comenzar nuestra oración cada día, reconociendo
nuestros pecados y culpas, indigno pecador
de atreverme a ponerme en tu presencia, Señor; “que todas mis intenciones,
acciones y operaciones sean encaminadas a ti, en tu servicio y alabanza me
libres de ellas. De las tendencias sensuales, de los impulsos del instinto y la
imaginación, egoísmos, amor propio, deseo de sobresalir, de figurar, de querer
tener razón, de no escuchar y guardar silencio en su momento con los demás, estando destinado a ser reprobado,… Pero
Dios “rico en
misericordia”… Al llegar aquí vuela la imaginación a las palabras de san Juan
Pablo II en la encíclica
que lleva este título: “Rico en Misericordia” que las toma de aquí, la cara a
los efesios, “por el gran amor con que nos amó -sigue la carta- estando
nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo- por pura
gracia estáis salvados-, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en
el cielo con él”.
Arrancando de nuestra condición de
pecado, mirando a Dios Misericordioso, Indulgente, por el gran amor con que nos
amó, nos ama y amará siempre a pesar de estar nosotros muertos por el pecado,
condición para sentir la gran misericordia de su amor que comenzó en el momento
de la creación de nuestra alma en la concepción, el perdón en el bautismo y en
la penitencia, por pura gracia suya, sin mérito propio alguno, nos ha levantado
de nuestra basura y nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos quiere en el cielo
sentados con Él. Es inefable tanto amor prodigado.
¿Cómo corresponder a tanto amor? Amor
con amor se paga y donde no hay amor pon amor y sacarás amor, porque Dios está
detrás del amor que tú pongas. ¡Qué negocio más grande!
Es la riqueza de su gracia, como dice
el apóstol más adelante, su bondad infinita para con nosotros en Cristo Jesús.
Siempre el apóstol en Cristo Jesús, en Cristo Jesús. En él estamos
salvados por su gracia mediante la fe y no es que lo merezcamos, sino que es un
don de Dios y qué don y tampoco a las obras para que no podamos presumir.
“Somos obra suya, Dios nos ha creado
en Cristo Jesús, otra vez en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas
obras que Él determinó practicásemos”
Ven Espíritu Santo, ilumina en nuestros
corazones este amor tan grande que el Padre ha tenido con nosotros en el Hijo,
Cristo Jesús y que vemos reflejado en tu madre la Virgen María.
Que ella nos introduzca por
este camino, para que el
enemigo de la luz y la verdad y del amor no nos aparte jamás. AMÉN.